Hace quince años se marcaron un reto: que el municipio contase con gaitas para aportar riqueza musical y para, cuentan los integrantes de la Asociación Cultural Gaiteros de Marcilla, aportar “otro matiz, otro sonido y otro color a las fiestas”. Hoy, y echando la vista atrás, los componentes de esta agrupación, 8 en la actualidad, tienen nuevas aspiraciones, “seguir ofreciendo música de calidad, seguir formándonos y formando a otras personas y que cuando tengamos que dar un paso a un lado la gaita esté consolidada y haya relevo”.

En su día, apuntan, ya hubo un grupo de gaiteros del municipio que fueron los que asentaron las bases y después, y tras hacerse a un lado, ese vacío lo llenaron los gaiteros de Artajona, que tocaban en días concretos hasta que surgió este nuevo proyecto de la mano de tres jóvenes (aún hoy en día, explican, a los músicos artajoneses se les invita a tocar el día del patrón).

Y es que allá por el año 2008 solicitaron que la escuela de música ofertara gaita dentro de su programación. “Era un instrumento que nos gustaba mucho, y la idea era formar músicos y enriquecer el pueblo”, cuentan al tiempo que insisten en que “creemos que es muy importante que la escuela de música enseñe la gaita, y es digno de agradecer, porque aunque ya es más habitual, antes se aprendía solo en talleres o a nivel particular; esta es una forma de dignificar el instrumento. Ahora es una formación rigurosa y lo equipara al resto de instrumentos; se normaliza y se visibiliza”.

Buscando su espacio

Cuando arrancaron, recuerdan, “queríamos generar nuestro espacio dentro de las fiestas de Marcilla y gracias a la comparsa, y de forma progresiva y consensuada, lo fuimos haciendo”. Su primera salida oficial tuvo lugar el Día del Niño de 2009 y ahora ya, con la estabilidad y las tablas que dan los años, salen siempre acompañando a los gigantes, especialmente en los pasacalles de fiestas, tocan las dianas de los patronos, así como las de San Francisco Javier, las de San Agustín y los bailables en fiestas y, además, también han estado presentes el Día del Pintxo, en las hogueras, en Ferias o en fiestas de algún barrio sin olvidar que han salido a otras poblaciones como Funes, Peralta, Milagro, Tudela, Tafalla, Sangüesa, Pamplona, Bilbao, Vitoria o Madrid (en este caso junto a la Banda Joven).

Este año, y para conmemorar esta efeméride, el 22 de agosto ofrecieron un concierto conjunto con la banda y el grupo de danzas con piezas de Julián Romano; interpretaron polcas, valses, mazurcas y pasodobles con las que recrearon un baile de finales de siglo XIX y en la que todo fue acorde a la época.

“Formamos parte de un ecosistema en el que estamos la banda, la comparsa, el grupo de danzas y nosotros; la presencia de todos es lo que nos enriquece porque cada uno tiene su espacio pero los unos a los otros nos hacemos mejores. Lejos de pensar en competencias, siempre buscamos fórmulas de colaboración”, apuntan.

Este año se cumplen, además, 10 años del estreno de las Danzas en honor a los Santos Patronos de Marcilla, un ciclo de danzas que compusieron los gaiteros de Pamplona, agrupación que hoy en día les sigue apoyando y formando y que “no solo nos enseñaron a tocar sino que nos hicieron entender la música y la gaita. Ellos, además, nos dieron pie a hablar con quienes después coreografiaron las piezas, los dantzaris de Baztan”.

Son, recuerdan, 10; una diana, tres pasacalles (que se interpretan para acompañar a la corporación y en las procesiones de San Bartolomé y de la Virgen del Plú), las cortesías que se bailan en la iglesia, la marcha de entrada a la iglesia, un paloteado, una danza de arcos, un trenzado y la jota. Además, siempre se bailan en bloques de 8 más el zascandil y los dantzaris lucen en los trajes mucha y variada simbología marcillesa.

Punto de encuentro

En su local, un espacio que va más allá de un lugar de ensayo puesto que lo plantean como un punto de referencia para la vida social y un nexo de unión en el que hacer almuerzos, comidas o cenas, es donde surge la magia; “siempre solemos innovar, ampliar el repertorio y montar nuevos valses y piezas más distendidas”.

Además, y para aquellas personas a las que les gusta este instrumento, cuentan, “tiene un timbre muy característico y, además, creemos que tiene una curva de aprendizaje rápida para poder interpretar piezas, pero esa curva es mucho más lenta a la hora de sacar un sonido redondo y afinado”. Por último, y el hecho de empastar y de ir de tres en tres, “al final, y como con cualquier instrumento, son horas de ensayo. Está claro que yendo dos eres un solista y es una responsabilidad muy grande, pero es lo mismo que pasa, o que debería pasar, en un grupo grande”.