“He desarrollado unas etiquetas inteligentes para ampliar la información al consumidor”
Investiga en Estados Unidos sobre las etiquetas y los códigos de barra del futuro. Demanda más inversión en investigación y desarrollo profesional en ingeniería para que el talento migrado pueda regresar años después
Fátima Villa nació en Galdakao, en 1995. Recién alcanzado su doctorado de Ingeniería de Telecomunicaciones, actualmente investiga en el MIT Auto-ID Lab de Massachussets, en Estados Unidos. Este mes de julio su tesis será premiada por la Sociedad de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos de España, en el capítulo de instrumentación y medidas. La curiosidad ha alimentado su voluntad por investigar. Esa misma inquietud que le llevó a estudiar ingeniería. Comenzó haciendo el grado en Telecomunicaciones en Bilbao. Ahí entendió que se podía “desarrollar un montón de instrumentos biomédicos y aparatos para cualquier uso”. En cuarto de carrera probó suerte con un intercambio en la Universidad de Michigan. La experiencia fue muy grata, y le gustó la forma de trabajar “por proyectos” en Estados Unidos. Villa también hizo un máster en Telecomunicaciones en la Universidad de Navarra. Su trabajo final lo desarrolló en el laboratorio de Masachussets donde trabaja en la actualidad.
Usted viene investigando sobre un nuevo concepto de etiquetaje.
Mi primer contacto fue en Estados Unidos en el trabajo de fin de máster, y acabó siendo el tema de mi tesis doctoral.
Aportando ventajas concretas a la sociedad, de manera tangible.
Eso es. Desde que empecé en el máster a investigar, uno de mis objetivos ha sido que todo lo que hacemos en un laboratorio universitario pueda verse aplicado. Que tenga un efecto, porque si no se queda todo en artículos científicos que no llegan a la mayoría de las personas. Eso es lo que he tenido in mente durante todo el doctorado. He intentado desarrollar un sistema completo de etiquetas inteligentes. Con un lector de bajo coste que sea capaz de leer esas etiquetas con códigos de barra inteligentes, que en un futuro podríamos ofrecer e interesar a las empresas, orientado a la economía circular. Que los envases con este tipo de etiquetas pudieran por ejemplo, en el caso de los alimentos, saber el estado en el que están.
Por ejemplo.
Que en una bandeja de pollo fuesen capaces de medir temperatura, pH, si hay bacterias, cuáles son los gases dentro del paquete. Puede ser una solución que interesase dentro de unos años, cuando esté más desarrollado, ya que influirá en el consumidor, que va a ser capaz de comprar alimentos sabiendo que están en buen estado porque ese sensor de la etiqueta se lo está diciendo al momento. El paquete puede traer la fecha de caducidad escrita, en un yogur, por ejemplo, pero igual ya se ha puesto malo, a pesar de que todavía no ha caducado. O viceversa, a pesar de haber cadudacado, pero poder ver desde tu propia casa que sigue estando en buen estado.
Un punto de partida para un consumo mejor informado.
Sí, una de mis ideas futuras, todavía difícil de desarrollar, porque requiere conocimientos químicos para saber identificar el nivel de glucosa en los propios alimentos, sabiendo realmente cuánto azúcar tiene un zumo, por ejemplo. Una forma directa de medición, tanto por la gente dedicada a su producción como el consumidor final.
Insiste en la idea de etiqueta inteligente. Estamos en puertas del desarrollo de la IA. Viene un cambio de paradigma enorme, y su generación va a ser protagonista.
De hecho, durante mi tesis he colaborado con compañeros más centrados en este área y uno de nuestros proyectos también está centrado en la idea de basura inteligente, y gracias a las etiquetas clasifica a los plásticos en distintos tipos, porque hay algunos que no son reciclables, a pesar de que se piense que sí. Hay siete tipos de plásticos, y tres son los que se reciclan mejor.
Su trabajo se compone de dos avances, la etiqueta y el lector.
Las etiquetas son como un código de barras. Lo que tiene implementado la inteligencia artificial es el lector.
"Desde que empecé a investigar, uno de mis objetivos ha sido que lo que hacemos en el laboratorio pueda verse aplicado"
Elogia la manera de investigar en Estados Unidos. ¿Qué podemos aprender desde Navarra?
Sobre todo en Estados Unidos se nota más la creatividad y la libertad, pero creo que la diferencia sigue siendo todavía un problema de los recursos que se dirigen a la investigación. En Estados Unidos se invierte más y, sobre todo, son entidades privadas las que financian los laboratorios de las universidades, donde se investiga. En España, creo que todavía falta eso. Hace poco Raúl Antón, director de Tecnun-Escuela de Ingenieros en Donostia-San Sebastián, de la Universidad de Navarra, tras visitar una universidad estadounidense, se mostraba sorprendido de que el 80% de la gente fuese doctorandos, no estudiantes de grado. Al final es lo que hace rodearte de investigadores, y es porque hay más dinero.
¿Estamos perdiendo mucho talento? Si se abren camino en ese país le será difícil volver.
Mi idea es estar en Estados Unidos unos años y luego regresar, pero las condiciones laborales, de los ingenieros en general, no solo en investigación, también en las empresas, están mucho más remuneradas. Así que te vas para unos años, pero nunca sabes, esperas que al final en algún momento en España te igualen las condiciones, pero eso no ocurre. Hay que estar muy bien asentado económicamente para luego poder volver.
¿Cómo cree que en este contexto Navarra o la CAV deben enfocar sus estrategias?
Yo animaría a la gente de la Administración a que viniese a Estados Unidos a conocer la estructura existente para tomar ejemplo. Igual que ha hecho el director de Tecnun. Te abre la mente, ves cómo se trabaja desde otra perspectiva, porque no vale que te lo cuenten. Yo creo que hay que verlo hablando con estadounidenses, y empaparse del ambiente, para después implementarlo en Euskadi o en Navarra.