Dentro del rico panorama artístico de la Navarra de los años 70 del siglo XX, se puede afirmar que el movimiento abstracto no constituyó un fenómeno cerrado, aislado, sino que impregnó a una cierta capa social que poseía una formación, y que reaccionaba contra a las imposiciones de la dictadura.

Además de los grandes nombres de todos conocidos, hubo más artistas de perfil discreto, a tiempo parcial quizá (trabajadores industriales, madres de familia, etc.), que permanecieron fieles a ese estilo durante toda su vida. Es el caso de la donostiarra afincada en Pamplona Cristina Galobart Satrústegui (1938-2024), alumna durante muchos años del reconocido pintor y profesor Antonio Eslava Urra.

Cristina fue un ser sensible y discreto que permaneció a la sombra de su esposo, el prestigioso y elogiado restaurador Rodríguez Azcárate, se encargó de la crianza de su hija y de su hijo, y todas las tardes se encerraba en su estudio, dentro del conjunto conventual de las Recoletas para pintar, su gran pasión.

Fruto de su generosa colaboración con las Ikastolas de Navarra en las exposiciones del Artea Oinez desde el año 2009 hasta 2021, surgió una relación de cariño y confianza, que confirmaba su gran calidad humana, además de sus cualidades expresivas en el manejo del óleo, las témperas y el acrílico.

Su trabajo artístico se inscribe en la corriente expresionista abstracta, con una poética personal para el manejo del espacio, con sugerencias paisajísticas, de clara intención matérica y con referencias espaciales y arquitectónicas de valiente gesto y resultado convincente. Su pintura opera a partir de enérgicas formas visuales generadas a partir de una masa central.

Tras una primera etapa dentro de la nueva figuración, Cristina encuentra su forma de expresión más personal en el expresionismo gestual y el informalismo. Se mueve en espacios de apariencia acuosa, destacando el uso del color en gamas azuladas y terrosas, sin renunciar a paletas algo más encendidas y contrastadas, cuando el tema lo requiere.

Cuando muere una bella persona como Cristina se producen los efectos de pena y estupor, pero pronto se valora el impacto tan positivo que su paso por la vida ha dejado. Su silencioso y discreto trabajo creativo, que ha quedado entre nosotros, se expresa en nuestras paredes. Cristina, el destello de una persona distinguida y fiel a su tiempo.

Goian bego!

El autor es director de la Federación Navarra de Ikastolas