José Antonio, Josean, José Andoni, Toño, pero sobre todo Alemán. Alemán era mucho Alemán.
Ante todos estos nombres respondía nuestro amigo y compañero. Todos estos nombres que en su persona eran sinónimos de generosidad y alegría. Pero no podemos olvidarnos de otro nombre, como le llamaba su madre de forma cariñosa y lo divertido que era cuando en el despacho nos contaba cómo su madre le llamaba: Manolín.
Nos resulta difícil dedicarte estas palabras por el dolor que sentimos desde el 14 de octubre, cuando sufriste el ataque al corazón. Desde la razón no se puede entender como un corazón tan grande, tan dispuesto, con todo lo que ha dado a los demás, con todo lo que ha mirado por su gente, de repente falla y nos deja así, tan pronto, encogidos de hombros y moviendo la cabeza de derecha a izquierda…
Imposible contar todos los sentimientos que nos invaden. Igual de imposible, que no se nos ilumine el rostro con una sonrisa, al oír tú nombre, a todos aquellos que tuvimos la inmensa suerte de estar a tu lado. Porque Alemán era eso: alegría y generosidad a raudales y carácter, cuando tocaba. Tenemos que dar las gracias a Dios y a la vida por habernos puesto a Alemán en nuestro camino y poder haber compartido con él, el ocio y el día a día del colegio, porque si él estaba, era todo mucho más fácil, el tenía el don de hacerte la vida más fácil.
Siempre del lado del necesitado. Sus años en Tasubinsa y posteriormente con el alumnado de Salesianos que más necesitaba de una persona como él. Cuánto le querían, qué manera de conectar con ellos. Pasaban los años, pero el sentimiento de sus alumnos hacia Josean era el mismo: gratitud. Dice una frase de Don Bosco: la educación es cosa del corazón, y eso es lo que ponía en cada uno de ellos.
Alemán era música y también era color, y esperanza, como el título de la canción que tanto ha cantado con el grupo los taladrinos. Esos taladrinos que somos sus compañeros de trabajo que, con las guitarras, el clarinete y Alemán con su voz y carisma, tantas celebraciones de Don Bosco y María Auxiliadora ha cantado y animado. No solo las celebraciones colegiales, si no tantas y tantas sobremesas de tertulia y canto.
Con una memoria prodigiosa, era nuestro Google particular. Oye Alemán, que me voy a tal sitio. ¿Dónde puedo comer, qué puedo ver?, se lo sabía todo. Y no hablemos de París, ciudad que tanto visito con Maite, su mujer y que le convirtió en guía turístico de aquel que quería visitarla.
Y no solo lloramos aquí, también llora Benín. Sus niños de la calle de Benín a los que tantos kilómetros, esfuerzos y momentos dedico para que tuvieran un futuro. Porque Alemán era de esas personas necesarias, generosas, que trabajan y hacen de este mundo, un mundo mejor.
Es duro que se vaya un padre, esposo, amigo, compañero…pero decía el montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza, que la vida no se entiende sin la muerte, aunque cuando toca cerca, no hay consuelo.
Mil gracias por todo, el hueco que dejas es enorme. Te vamos a recordar con un inmenso cariño. El colegio en general y el departamento de mecánica en particular, no va a ser lo mismo. Alemán, cuántos momentos, cuántas risas. Nos has dejado físicamente, pero vas a seguir entre nosotros porque en cada situación con un alumno o alumna, en cada conversación, en cada almuerzo, en cada vermut, en cada comida, cena o celebración, te vamos a recordar siempre, y siempre con una sonrisa, todas esas que provocabas en nosotros con tu alegría y tú forma de ser.
Hasta siempre, Amigo, compañero, maestro y profesor. Agur.
El autor es profesor del Departamento de Mecánica de Salesianos Pamplona, en representación de toda la comunidad educativa