Mi amigo Gaudencio Remón me ha helado el corazón con la noticia de que se nos ha ido José Luis Allo, un imprescindible de la poesía navarra.
Le recuerdo en el Ateneo Navarro, en el Grupo Ángel Urrutia, haciendo labores de anfitrión y coordinador. Siempre dispuesto a enseñar y a aprender. Cualquiera que se acercase al mundillo poético en Navarra contaba con la ayuda y la presencia de José Luis Allo. Él dejaba a un lado preferencias personales y se centraba en que esa poesía que porta la gente dentro de sus entrañas saliera a flote.
Cuando me he enterado de la noticia he evocado en mi mente la imagen que de él va a permanecer en mí.
Parque de la Media Luna, su terraza junto al bar, un hombre junto a un poemario y una libreta, un lapicero entre sus manos y un runrún de palabras musitadas que yo logré escuchar, porque conseguí acercarme sigilosa como una gacela para ver qué le decía al arte del verso. “Así mejor, esto se puede mejorar” le musitaba al papel.
Ese “así mejor” se tradujo en libros como “El Cristo de Velázquez”, “Esther”, “De las cenizas y otros bienes perecederos” o “Gana la noche”, entre otros muchos. Fundador de la revista “Constantes Vitales” y partícipe de otras muchas y varios ciclos literarios, además de estar en la fundación del Premio de Poesía Ciudad de Pamplona, en medio de toda esa trayectoria, sobre todo, se alzó como uno de los nuestros, un constante vital.
Mi más sentido pésame a su familia y amigos, pero también a la poesía navarra, que pierde un activo, un incombustible hombre de versos y prosas. Tomás Yerro, Mario Zunzarren, Julia Guerra, Mercedes Viñuela y tantos y tantas que están en nuestro Uni-verso del cielo, bajo un capotico de estrofas y rimas en suspiros hacia Navarra, le acogerán para seguir prendido en las alas de la literatura. Esa Literatura Navarra que, como las cerezas de su pueblo, Milagro, brilla, roja y saludable, en ramillete, espléndida incluso cuando salen del árbol de la vida. Cerezas en el cesto de la eternidad, para rememorar su obra, llena de verdad y buen gusto.
Descanse en paz, el gran anfitrión de la poesía navarra.