Por declaraciones como las pronunciadas por el príncipe Harry el pasado mes de julio en un acto público de la ONU celebrado en Nueva York, la mayor parte de la opinión pública mantiene en el punto de mira a Meghan Markle. Por este tipo de frases de amor innecesarias y por querer vivir con los privilegios de cualquier miembro de la monarquía británica, pero sin pegar un palo al agua. ¡Todo sea dicho! 

Porque de acto en acto y tiro porque me toca (previo cobro de talón, por supuesto), el hermano del futuro heredero al trono inglés y su esposa aprovecharon un evento que nada tenía que ver con ellos, la celebración del Día Internacional de Nelson Mandela, para proclamar una vez más su perezoso amor a los cuatro vientos y esa imagen de matrimonio perfecto. “Eres mi alma gemela”, llegó a resaltar el pelirrojo Windsor en su discurso de apertura. Un pastelón y, sobre todo, una falta de respeto a la memoria del propio Mandela.

Palabras que, sin embargo, no coinciden para nada con las sensaciones y sentimientos que recorren los largos pasillos del Palacio de Buckingham. Según una reciente publicación, Venganza: Meghan, Harry y la guerra con los Windsor (libro escrito por el famoso periodista de la BBC Tom Bower), la ex actriz californiana se mostró desde el principio del noviazgo como una “arribista con terribles ínfulas de princesa” que nunca fue del agrado de nadie. Ni de los amigos íntimos del propio Harry (con muchos ya ni se habla), ni de su propio suegro, el príncipe Carlos, a quien la gran Camilla Parker-Bowles, quizá por su propia experiencia, siempre ha animado (sin éxito) a ser más comprensivo para con su hijo pequeño.

Pero si algo notable ha desvelado esta última publicación, esa ha sido la opinión de la soberana, Isabel II, sobre Meghan Markle. Algo que jamás se había filtrado, al menos de forma tan contundente. Y es que, al parecer la reina sintió “un gran alivio” cuando se enteró de que la norteamericana no podía acudir al funeral de su marido, el duque de Edimburgo, por el avanzado estado de su embarazo. “Gracias a Dios, Meghan no viene”, son las palabras que (según Bower) usó la monarca. ¡Seis vocablos que lo dicen todo!