La vida del gran Brendan Fraser, como su precioso discurso en la 28º edición de los Premios de la Crítica, emociona (y mucho). Porque solo él, y sus muy bien llevados 54 años de edad, representan el cielo y el infierno de lo que día a día sucede en la injusta Meca del cine. En un negocio mundial que se asemeja más a una montaña rusa de emociones (y estados de ánimo) que a “una fábrica de sueños”, como muchas veces se cataloga a lo que ocurre en Hollywood. Pero la vida en Los Ángeles no suele ser Disney, y el maravilloso actor nacido el 3 de diciembre de 1968 en Indiana lo sabe muy bien. Porque en solo meses se cargó el esfuerzo y trabajo de muchos años. Porque en poco más de un lustro, el artista de filmes tan sonados como Dioses y monstruos, George de la jungla o la trilogía de La momia pasó de ser el mayor reclamo del sector, a sufrir un injusto destierro por parte de su profesión.

Y todo ello a raíz de que en el año 2018 alegó que fue “agredido sexualmente” por el periodista sudafricano Philip Berk, entonces presidente de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood, en un almuerzo en el verano de 2003. El sonado incidente causó un terrible revuelo en los Estados Unidos, una reacción violenta dentro de la propia industria contra Fraser (por hablar mal de Berk), y aceleró su posterior divorcio con la escritora estadounidense Afton Smith. La repentina muerte de su madre y “un cóctel infernal de experiencias inconfesables” le llevaron a una severa depresión que hizo que su carrera decayera. Hasta tal punto que su filmografía se encuentra prácticamente vacía de 2015 hasta 2022. 

Siete años han tenido que transcurrir para que el mejor Brendan Fraser, dando un golpe en la mesa, haya regresado por la puerta grande al séptimo arte. Y lo ha hecho logrando la estatuilla a mejor actor en los Premios de la Crítica por su espectacular papel en La ballena, filme que ya huele a Oscar, y en el que da vida a un profesor con obesidad mórbida que quiere recuperar la relación con su hija. “Estaba perdido en el desierto. Debería haber dejado un rastro de migas de pan, pero me encontraste (refiriéndose al director Aronofsky) y lo único que hiciste fue decirme hacia dónde ir para llegar donde tenía que estar”. Un emotivo discurso de agradecimiento tras lograr el galardón que no ha dejado indiferente a nadie. Mucho menos a aquellos que en su momento le dieron la espalda.