En los últimos años, una disciplina deportiva ha ganado terreno en todo el mundo, atrayendo a jóvenes y adultos por igual con su combinación única de equilibrio, fuerza y ​concentración. El slackline -cinta floja en castellano-, trabaja sobre todo el equilibrio y consiste en caminar sobre una cinta plana, tensa y elástica de unos 5 centímetros sujeta entre dos puntos de anclaje, normalmente colocados en plena naturaleza. 

El slackline, en base al que han ido  surgiendo modalidades distintas con el paso de los años, ha evolucionado de ser una actividad recreativa practicada de manera casi marginal en los parques de algunas ciudades a ser una disciplina deportiva en sí misma, con competencias y entusiastas en todas partes del mundo. 

A diferencia del funambulismo, que es una forma de entretenimiento ligada al mundo del arte y del circo y cuya existencia data desde hace siglos, el slackline tiene sus raíces a finales del siglo XX en el mundo de la escalada entre los escaladores que buscaban formas de entrenar su equilibrio y fuerza en su tiempo libre. Concretamente, a finales de la década de 1970, el slackline comenzó a tomar forma gracias a esos escaladores y montañeros que buscaban mejorar su equilibrio. Estos es escaladores solían utilizar cuerdas estáticas y cuerdas de escalada para caminar y balancearse, lo que allanó el camino para lo que después se convertiría en el slackline

El ‘longline’, una de las modalidades más exigentes por la longitud de la cuerda y su menor tensión. Freepik

Poco después de los primeros coletazos de esta disciplina, en 1979, Adam Grosowsky, un escalador y equilibrista americano, realizó una demostración de slackline en el Festival de Jazz de San Francisco. Esta actuación marcó un hito en la historia del slackline, ya que era la primera vez que esta disciplina se mostraba públicamente. 

La demostración dejó a la audiencia asombrada y, desde entonces, el slackline ha crecido exponencialmente en popularidad. En sus inicios, se practicaba principalmente en entornos naturales como parques y playas. Sin embargo, en la actualidad, se ha diversificado en varias modalidades, cada una con sus propias características. 

Entre las más conocidas, el highline, que consiste en caminar sobre una cuerda tensa a gran altura, a menudo suspendida entre dos puntos naturales como acantilados o montañas, el longline, en la que se camina sobre cuerdas más largas y con menor tensión, por lo que se requiere una mayor concentración y equilibrio.

Entre las otras modalidades más conocidas y practicadas encontramos el trickline, que se enfoca en realizar acrobacias como saltos, giros y trucos en la cuerda y el waterline, que se realiza sobre una cuerda que se encuentra sobre el agua, lo que añade un elemento adicional de desafío y diversión.

Exigencia física y mental

Más allá de su aspecto espectacular, el slackline ofrece una serie de beneficios tanto a nivel físico como mental. Desde el punto de vista físico, la práctica constante del slackline desarrolla la fuerza del core -esto es, todos los músculos de la zona central del cuerpo que ayudan a mantenernos firmes- , mejora el equilibrio y aumenta la coordinación. Los músculos estabilizadores y las articulaciones también se fortalecen, lo que puede tener efectos positivos en la prevención de lesiones.

En términos mentales, el slackline es un ejercicio que requiere una concentración profunda. Los que practican esta disciplina deben estar completamente presentes en el momento, ajustando constantemente su equilibrio y adaptándose a las variaciones en la cuerda, lo que puede ayudar a reducir el estrés, mejorar la atención y desarrollar la paciencia. Todo esto convierte al slackline, con sus diversas modalidades, en el ejercicio perfecto para quienes buscan exigencia física y adrenalina en una actividad que celebre el equilibrio entre cuerpo y mente.