LLEGADAS estas fechas me permito hacer un recordatorio a la población sobre las Hermanitas de los Pobres, como lo hacía mi padrino Don Goyo, y del que tomé el testigo después de su marcha hacia donde se oyen todas las radios del mundo sin necesidad de técnicas digitales.
Haciéndome eco de las necesidades de las Hermanitas de Don Goyo (como a mí me gusta nombrarlas), solicito un pellizco. Sí, un pellizco solidario y cariñoso. Un pellizco nada más, un poquito, lo que podamos según nuestra economía, en estos tiempos de crisis en los que cuesta pedir con la que está cayendo; incluso para las Hermanitas que subsisten gracias a la población benefactora.
Les cuesta pedir porque son conscientes de las carencias y necesidades que crecen en nuestro entorno, de que las organizaciones sociales que trabajan con los sectores más vulnerables de la sociedad también reclaman mayor solidaridad en tiempos de recortes.
Pero qué les van a contar a ellas que siempre han estado en crisis. Los recortes no les afectan porque viven de la solidaridad ciudadana (providencia, dicen ellas) y sin subvenciones no contempladas en sus reglas.
La suya es una crisis en la crisis, cuidando de uno de los colectivos más vulnerables de la población como son las personas mayores y, dentro de éste, con aquéllas de menores recursos. Y más ahora en que todavía deben las obras de la nueva casa asilo residencia para más de 60 personas, su mantenimiento es costoso y esa providencia se resiente.
Se resiente en esa casa donde todo el año es Navidad, como me decían hace pocos días las Hermanitas: "En esta casa todo el año es alegrar, comer y compartir", para dignificar la recta final de los más humildes, "acogiendo, confortando y cuidando, respetando su libertad y hasta sus creencias religiosas".
En el asilo de las Hermanitas de los Pobres, a pesar de la gran mejora que ha conseguido con el nuevo edificio, se vive una vida sencilla, en familia, donde se esfuerzan por procurar a las personas mayores los cuidados que su estado requiere, el bienestar que su edad exige, el esparcimiento y ocupación que les ayuden a mantenerse jóvenes de espíritu y ser cuidados hasta el final.
Los ladrillos de ese gran hogar están pegados, pero no pagados, y el mantenimiento es costoso. Históricamente, la población navarra ha colaborado con este asilo. Pero hace falta una renovación generacional. Vamos a buscar, también, nuevos gestos solidarios con las Hermanitas de los Pobres entre las nuevas generaciones.
Vamos a buscar ese pellizco, en la cartera y en nuestro corazón. Seguro que Goyo, Don Goyo, también nos seguirá ayudando.
Jose Aldaba Legazpi
De parte de Don Goyo