HACE años, cuando se cerró el Teatro Mira, desde estas mismas páginas solo pedí un fuerte, largo y emotivo aplauso, un aplauso a quien había apostado por un nuevo proyecto, un centro cultural e independiente en un barrio sin mucho dinamismo y un tanto olvidado, en aquellos días y tratado con cierta desidia por parte del Ayuntamiento.

Hoy, a principios del año 2012, tengo que volver a pedir un aplauso fuerte, sonoro, constante y contundente, en homenaje a varios centros culturales con un futuro poco halagüeño, cuando se cierra el dinamismo cultural, cuando la simpleza de la expresión: " la cultura no es necesaria" me viene una rabia impotente por la improcedencia de esa oratoria, además de simplista, se refleja la propia cuadratura mental de quien recorta el derecho a tenerla como un pilar básico en la vida de todo ciudadano, Escuela de Teatro, Auditorio Barañáin y otros son un claro ejemplo de lo que pueden ser proyectos instaurados en la sociedad navarra, claro exponente de lo que demanda la ciudadanía de la cultura que exige, de lo que debe ser un servicio al ciudadano y un reflejo de lo que no se puede cortar. Proyectos desarrollados, instaurados y comprometidos con realidades tangibles y definidas.

Veo con enfado un esqueleto de lo que pudo ser y no es, dejado entre cementos, tierra y escombro enfrente de la Universidad Pública. Tirados millones de euros en algo que nunca se sabe si tendrá ni tan siquiera futuro y mientras, intentan clausurar realidades, que no sueños de quienes ejercen sus necesidades como ciudadanos y llevaban su propio proyecto, sus trabajos, sus ilusiones, en definitiva, sus aportaciones.

Tan difícil es intentar comprender que el desarrollo cultural forma parte inherente de la humanidad desde el principio de los tiempos, griegos, romanos, en la Edad Media con la negritud de la época o las grandes crisis económicas donde se dieron las mejores producciones teatrales. Y así podríamos continuar. Siempre había un teatro, un espectáculo, incluso en los tiempos de la República se recorría España en furgoneta para rendir cuenta con los clásicos en los sitios más recónditos. La cultura, el espectáculo siempre estaban presentes, unas veces animando, otras distrayendo, otras imaginando o haciendo soñar. ¿Siempre? Ahora no, ahora se corta por lo sano, se estrangula y se dejan oír los últimos aplausos. Por eso pido desde estas líneas que no sean los últimos gestos de nuestras manos, que no decaiga, que ojalá podamos transmitir millones de aplausos a algo tan necesario como la cultura y los lugares escénicos.

Y para terminar, apuntaría una gran frase de Arthur Miller sobre el teatro: "El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma".

José Ignacio López Zubikarai