Hoy, 10 de mayo (como cada segundo sábado de mayo) es el Día Internacional del Comercio Justo. Y ojalá no lo fuera, sí, han leído bien. Siempre he creído y he dicho que el fin último del movimiento de Comercio Justo sería desaparecer, por la simple y mera razón de que todas las relaciones comerciales del planeta fueran justas y todas las personas pudieran vivir dignamente de su trabajo. Y, así, ni las organizaciones sociales ni los consumidores/as concienciadas, tendríamos que demandar justicia a las grandes multinacionales y Gobiernos, ni ser el pepito grillo de la ciudadanía, poniendo de manifiesto las reglas injustas de un comercio que no es igual para todos.
Pero no es así, a día de hoy nuestro sistema aplasta y esclaviza a millones de personas en el mundo y por eso, un año más, saldremos a la calle a denunciarlo. Este año el cacao será el protagonista. Un producto dulce y goloso donde los haya, pero no es así para todo el mundo, para muchos de sus productores resulta más bien amargo.
La del chocolate es una industria que mueve unos 100.000 millones de dólares y de la que viven aproximadamente 50 millones de personas. Pero el reparto de esas ganancias, nuevamente, no es igual para todos las partes de la cadena comercial. Del coste total que nosotros pagamos por una tableta de chocolate solo entre el 3% y el 6% llega a las familias productoras. ¿Dónde y quién se reparte el resto? Son 5 grandes marcas las que están detrás de más del 60% de las ventas del chocolate. Estamos hablando de empresas europeas y estadounidenses principalmente y somos nosotros, los europeos, los que consumimos la mitad del chocolate que se produce.
Al otro lado de la cadena, el de los productores, son Costa de Marfil y Ghana el origen del 59% del cacao que se produce en el planeta. Según la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, en Ghana un cacaocultor vive con menos de la mitad del ingreso que se considera necesario para salir del umbral de la pobreza extrema, y con menos de una tercera parte que precisaría para superar la línea de la pobreza. En Costa de Marfil necesitarían ingresar por la venta de su cosecha casi 10 veces más de lo que ingresan en la actualidad para alcanzar la línea de pobreza extrema y 16 veces más para superar la línea de pobreza estándar. Y conforme leemos informes la cosa no se pone mejor la OIT (Organización Internacional del Trabajo) estima que en África occidental, que es la principal región cacaocultora, unos 1,8 millones de niños participan de alguna forma en el cultivo y cosecha del cacao. En Costa de Marfil 12.000 menores son empleados en condiciones de esclavitud y explotación laboral, suelen realizar jornadas de 12 horas, no pueden asistir a la escuela y, entre otras labores, su trabajo incluye el uso de pesticidas sin las protecciones para la salud correspondientes. Con estos datos, estamos muy lejos de conseguir unas relaciones comerciales justas que garanticen que todas las personas reciben lo justo por su trabajo y se respeten sus derechos.
Por eso, un año más, saldremos a la calle a demostrar que otro comercio es posible, un comercio donde no hay explotación infantil, donde existen relaciones comerciales estables y transparentes basadas en el diálogo, donde los productores y productoras se organizan en cooperativas y son protagonistas de su desarrollo y donde reciben un salario justo por su trabajo o cosecha.
Desde el movimiento de Comercio Justo, seguiremos demando esto hasta conseguirlo y por eso te invitamos a que vengas hoy al paseo de Sarasate y dejes tu huella más dulce para reivindicar un mercado del cacao más justo para los productores y productoras del Sur y a uniros al movimiento del Comercio Justo durante todo el año. Una huella hecha con un chocolate realmente bueno para todos y todas:
-Bueno para quien lo produce porque sabemos que las personas que lo cultivan reciben un salario digno, tanto ellos como ellas; porque no explotación infantil y porque con este cacao se producen mejoras en su comunidad.
-Bueno para quien lo consumimos porque es un cacao de calidad y consumiéndolo contribuimos a la justicia con los Países del Sur.
-Y bueno para cambiar el mundo porque en su cultivo se respeta al medio ambiente, porque no queremos chocolate que resulte amargo para quienes lo producen y porque creemos que podemos cambiar el mundo desde nuestro consumo.
Por todo eso nosotros (Medicus Mundi, Oxfam Intermón, Pueblos Hermanos, OCSI, Fundación Vicente Ferrer, Adsis-Equimercado, Alboan y Setem) elegimos el Comercio Justo hoy y todos los días del año, ¿Y tú? ¿Quieres un buen chocolate?
La autora es voluntaria de Setem y del Consorcio de Comercio Justo