La Sabana Santa de Turín
Mateo nos dice en su Evangelio que José de Arimatea tomó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo. Marcos repite casi las mismas palabras. Lucas dice que, después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana? Y aparece aquí el texto de Juan que nos dice que José de Arimatea y Nicodemo “entre los dos se llevaron el cuerpo de Jesús”. Y muy extraordinario que no nos diga si él mismo ayudó a los dos amigos a conducir al amado maestro y a “envolverlo en linos” (¿)...
Pasado el descanso obligatorio del sábado y ya en la mañana del domingo corren hacia el sepulcro María Magdalena y la otra María y se disponían a embalsamar el cuerpo de Jesús con aromas y mirra (según Marcos), lo cual indica que NO había sido embalsamado. El sepulcro estaba vacío. Pedro y Juan corren al oír la noticia Y el mismo Juan, que esperó a que Pedro entrara primero en el sepulcro, nos dice que “vió y creyó” al notar que la sábana estaba allí “desplomada, caída, allanada”, sin ningún cuerpo dentro, y tal vez recogió la pequeña moneda -(un denario acuñado por Poncio Pilato)- que tapaba el párpado derecho de Jesús y que se puede observar a simple vista si uno se acerca al negativo de la Sábana.
Suponemos que el sagrado lienzo fue entregado a su madre, quien lo llevaría consigo a Efeso, donde vivió María según la tradición.
La Síndone ?por las muestras de polen, sabemos que estuvo en Edessa. Allí se la conocía como el Mandylion, aunque la liturgia edesana lo llama Síndone. Y aparece años más tarde en Constantinopla. Allí la Síndone se exhibía en diedro en Santa María de Blaquernae, con la ventaja de que tanto la figura frontal como la dorsal aparecían de pie y claramente visibles. (Así lo cuenta Roberto de Clary, testigo presencial y cronista de la IV Cruzada y así nos lo muestra una foto de la crónica remitida por la Biblioteca Real de Copenhague.) Con ello todo el pueblo podía contemplar la aparente anomalía de una pierna más corta que la otra. Olvidaban que, al ser crucificado con un solo clavo para los dos pies, la pierna quedó agarrotada. Este detalle aparece en las cruces rusas que colocan al fondo un pequeño travesaño inclinado.
La Historia recoge esos momentos solemnes en que este lienzo misterioso es venerado y expuesto en Constantinopla hasta que en la IV Cruzada y en un 12 de abril de 1.204, los cruzados cristianos conquistan la ciudad y se reparten el botín? Sabemos que para ellos, lo más preciado, eran las reliquias y que del barrio de Blachernae se llevaron lo mejor?que años más tarde encontramos en Francia, en manos del padre de Otto de la Roche, uno de los jefes de la Cruzada.
De Francia pasa a la posesión de Ana de Saboya que manda construir una capilla y una urna de plata que, providencialmente salva la reliquia de verse en parte chamuscada por un pavoroso incendio que llegó a fundir un ángulo de la arqueta de plata que la guardaba. Y en la guerra entre Carlos I de España y Alemania contra Francisco I de Francia, el duque de Saboya, tras la batalla de San Quintín, cruza los Alpes y se refugia en Turín, llevándose la preciada reliquia. Allí reposa y allí fue venerada por San Carlos Borromeo y allí sigue.
Lo extraordinario de la Sábana es que constituye un negativo fotográfico que no se debe a pigmento alguno sino que parece ser una radiación térmica como cuando se nos chamusca una ropa por un descuido en la plancha. (¿Sería el fogonazo del momento de la Resurrección de Cristo?)
Destaca en este negativo el hecho de observar solamente cuatro dedos en cada mano ya que el clavo que le atravesó la muñeca por el “punto de Destot” agarrota el pulgar contra la muñeca y permite aguantar el peso del cuerpo que, de otra manera, rasgaría las manos. Otro detalle significativo es que todos los artistas desde el primer siglo, excepción de las imágenes en las catacumbas romanas, (mosaicos bizantinos y sobre la puerta imperial de Santa Sofía) han pintado a Jesucristo con barba y pelo largo, inspirados en esta imagen.
Reclama el señor Nicolotti (citado por su articulista Iñigo Rodríguez en su Diario del 20-4-15) que se hagan fotografías de alta definición?y se permita a los científicos el acceso a la tela y se olvida lo que en 1978 realizaron los científicos más señalados de la Acadenia Aeronáutica de Denver, otros del Laboatorio de Armamentos de las Fuerzas Aéreas de USA, Don Devan de los servicios oceanográficos de California y otros físicos, fotógrafos, médicos forenses, analistas químicos y que, tras meticulosos estudios concluyeron que:
No hay falsificación. Ni es posible.
No sabemos cómo se formó la imagen y en resumen:
Hoy por hoy, podemos llegar a la conclusión de que la imagen presente en la Síndone es la de la forma humana y real de un hombre azotado y crucificado. No es obra de un artista. Las manchas de sangre están compuestas de hemoglobina y dan resultado positivo al someterlas al análisis para suero sanguíneo. La imagen sigue siendo un misterio, y hasta que no se verifiquen ulteriores estudios químicos, tal vez por este mismo grupo de científicos, o por otros científicos en el futuro, EL PROBLEMA CONTINUA SIN SOLUCIÓN. (New London, Conneticut, USA, 06320 del 8 de octubre de 1981)
El profesor suizo Max Frei descubrió en la superficie de la Síndone docenas de granos de polen pertenecientes a plantas palestinas ? algunas desaparecidas y estudiadas en los estratos de barro de Jerusalén- además de otros muchos del área mediterránea. Y el Dr. Thomas F. D’Muhala afirma: ”Todos nuestros hallazgos vienen a corroborar el Evangelio en cada uno de sus detalles. Si se confirma el estallido de una radiación, muy bien podría ello estar relacionado con la Resurrección”
Las conclusiones de estos científicos americanos que durante varios días tuvieron la ocasión de ver, tocar, fotografiar?el lienzo iban a ser entregadas al Cardenal Ballesteros y al Papa en una audiencia concedida para unas horas después del famoso atentado de Ali Agca.
El lector hará bien en consultar el libro LA SEÑAL editado en 1983 y de venta en librerías de Don Bosco, de José Luis Carreño, el misionero salesiano cuñado de Jorge Oteiza y enterrado en Alzuza, junto al artista, y en cuya tumba quiso que se grabara: “operarius Dei, cultor sindonis” que sería decir: obrero de Dios, jardinero de la Síndone”.