me han mandado por enésima vez un guasap donde se ridiculiza al paciente que no cumple las normas de los centros de salud. En este caso ha sido una buena amiga sanitaria no médica, circunstancia que me anima a hacer extensivas las siguientes consideraciones al personal sanitario en general.

“Las 15 maneras de amargarle el día a su médico”, se titula la triste ocurrencia que parece estar causando hilaridad en Internet. Pobres de aquellos sanitarios, digo yo, a quienes les ocurre, los que se ven condenados a soportar al usuario maleducado hasta que la jubilación los libere. No es mi caso, en absoluto. El principal obstáculo que encuentro para mantener una buena relación con la gente, y no salir necesitando ponerles a parir en el guasap, es la agenda que montaron los eruditos que decidieron, y así se lo hicieron creer a los contribuyentes, que en los centros de salud les solucionaríamos todos sus problemas existenciales (los de este mundo y los del siguiente) en 10 minutos. Y claro, al final siempre tiene la culpa el paciente que no se organiza o que no está educado, como si el que pide consulta estuviera obligado a cursar la carrera de usuario.

Parecida visión del problema es la que transmite un vídeo que circula por Internet producido por Osakidetza que invita al paciente a aguantarse. Una obra de arte con música de pachanga en la que se cachondean de un usuario que consume un paquete de kleenex llorando mientras abre su alma en la consulta de su médico, que en lugar de escucharle comparte guiños de cínica complicidad con la cámara. Me molesta especialmente porque tengo al paquete de kleenex por uno de los utensilios más terapéuticos y eficaces para evitar marear a la gente con pruebas o derivaciones que acaban en listas de espera o con recetas de productos químicos de todo tipo. Curiosamente los pañuelos me los agencio yo porque no entran dentro del petitorio.

A mí los pacientes no me amargan la mañana y creo que a quienes les ocurre deberían mirárselo, plantearse si no harían mejor en enviar guasaps comentando las dificultades que encuentran en un sistema que induce al ciudadano a anestesiar su sufrimiento en consultas de sanitarios que carecen de tiempo y ganas (sobre todo por agotamiento) de escucharles. ¿Pero en qué cabeza cabe que sea posible saludar, recibir, escuchar, empatizar, explorar, pensar, explicar, y rellenar todo lo que nos pide el ordenador en 10 minutos? Supongo que en las de quienes parten de la base de que lo que a la gente le trae puede resolverse en consultas tipo Volkswagen en las que el profesional no tiene más remedio que tirar de receta o derivación para quitarse de encima a ese personaje molesto que nunca llega a la hora. Son los que luego nos dicen que debemos educar al paciente.

¿En qué quedamos, vamos a hacer una asistencia biopsicosocioexistencial y ponemos las condiciones necesarias, o seguimos vendiendo buenismo criticando después a quien acude sin motivo, a deshoras, o se comporta de manera incivilizada?

Perdonen las molestias, pero yo creo que la gente se merece algo mejor, que para eso pagan.

El autor es especialista en Medicina familiar y comunitaria