En el año 2006, el obispo Fernando Sebastián aprobó unos nuevos estatutos de la Hermandad, lo que revelaría la connivencia de la Iglesia con dicha secta. En realidad, se trató de un maquillaje, de un pretendido blanqueamiento de los propósitos iniciales de la misma, pero sin soslayar el espíritu perenne de Cruzada que los animaba. Manteniendo su sede en la cripta del monumento, se dirá, ahora, que los fines de la entidad serán, por un lado, la “defensa de la fe católica en el crecimiento de un orden cristiano en los diferentes sectores de la vida, en continuidad y fidelidad al espíritu y a los ideales de quienes dieron su vida por defender la fe y el Reino de Dios en la tradición católica de España”. Por otro, “sufragar sus almas, tributándoles de esa manera nuestro eterno homenaje y agradecimiento, y haciendo que, al conservar el recuerdo de su nombre, sea escuela de religiosidad y de patriotismo para las nuevas generaciones”.
Ya dice el refrán que mona vestida de seda en mona se queda. Lo mismo sucede con esta primera declaración. El reconocimiento implícito a los mártires de la Tradición, los carlistas de antaño y los de 1936, seguirá indefectible, convirtiendo su ejemplo en modelo de actuación presente y futura. También, se mencionará la celebración de una misa mensual por aquellos, así como misas el día de la Exaltación de la Santa Cruz y los días 10 de marzo (es decir, el Día de los Mártires de la Tradición), el 3 de mayo (Día de la Invención de la Santa Cruz), el 19 de julio y el 1 de noviembre.
En conformidad con esos nuevos estatutos, el 25 de octubre de 2016 la Hermandad hizo pública una nota en la que, entre otras cosas, decía: “La Hermandad de Caballeros viene rezando periódicamente en este lugar sagrado por todos cuantos cayeron en aquella guerra de enfrentamiento civil entre hermanos (...). Nuestra Hermandad no hace homenajes a ningún régimen y en la cripta se celebra el culto puramente religioso, rezando por los muertos habidos en aquella contienda”.
La entidad insistía en que la cripta era de uso privado y no un cementerio, como sostiene el Ayuntamiento, y que “se encuentra en el interior del espacio reservado a la Iglesia, al amparo de su derecho real de usufructo, y resulta ser un espacio de oración y culto”. Esa nota era similar a otra de febrero de 2015, remitida por la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, tras aprobarse una moción por parte de la Comisión de Presidencia, Justicia e Interior del Parlamento de Navarra el 4 de aquel mes, en la que se instaba al Gobierno de Navarra a que “impida cualquier tipo de celebración, religiosa o de otra índole, que guarde relación con actos propios del levantamiento golpista de 1936 en la cripta” del Monumento a los Caídos, así como el traslado de los restos de Mola y Sanjurjo y la eliminación por parte del Arzobispado de la simbología franquista existente en aquella.
La Hermandad alegaba que no era una institución política y no desarrollaba actividad alguna que pudiera calificarse como política o partidista y que sus convocatorias eran abiertas, reduciéndose a la celebración de la Santa Misa y actos de piedad. La Hermandad negaba que hiciera “exaltación del franquismo” y cosas similares “ya que ni es ese su cometido ni son verdad” y “además, aunque la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz nació en Navarra en unos años convulsos, no es un grupo historicista” (sic).
Pero cabe decir que, aunque su lema es Ave crux spes unica -Nuestra única esperanza es la Cruz-, lo cierto es que más parece que lo sea A Dios rogando y con el mazo dando. Sin ir más lejos, José Ignacio Irusta Sánchez, líder del grupo denominado Falange y Tradición, condenado en 2015 por la Audiencia Nacional a dos años de prisión por delito de amenazas y por la realización en 2009, junto con otros dos miembros de aquel, de actos vandálicos contra placas o monolitos recordatorios de la represión franquista en distintos pueblos de Navarra (Vidángoz, Orkoien, Berrioplano, Aizoáin o Arbizu), era, según la documentación que la Hermandad de los Caballeros de la Cruz facilitó entonces a la Guardia Civil, el encargado de la gestión de la cripta de los Caídos.
La asepsia política de la Hermandad en la nueva reglamentación era puro afeite de significantes. DIARIO DE NOTICIAS de Navarra, el 26 de diciembre de 2006, publicó una carta firmada por el recién nombrado caballero prior de la Hermandad, Javier Baleztena, y dirigida, entre otros, al citado Irusta Sánchez, donde se defendería sin tapujos el espíritu combativo de quienes ofrecieron su vida en 1936, exigiendo para los miembros de la Hermandad una continuidad y fidelidad a los mismos, certificada con un juramento ante Dios. Pues pertenecer a dicha Hermandad, “no es como el formar parte de una asociación tradicional típica de Pamplona o de Navarra, o algo folclórico o de costumbres”, sino que, como “recogen las reglas de la Hermandad, exige la continuidad y fidelidad al espíritu y a los ideales de quienes dieron su vida por defender la fe y el Reino de Dios en el alzamiento de 1936”.
Difícilmente se podrá “luchar con diligencia, tenacidad y valentía contra la irreligión, el laicismo y secularismo, la corrupción moral, de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, dispuestos a sufrir persecuciones, recordando siempre el espíritu de nuestros santos y mártires, y mantener vivo el recuerdo de quienes dieron su vida por España y por la fe católica”, solo mediante misas y viacrucis.
Máxime cuando el prior Baleztena sostendrá que “nos quieren eliminar de la memoria histórica, borrar todos nuestros símbolos ganados con coraje y valor heroico, entregando vida y hacienda, arrasar todo aquello que recuerde su generoso sacrificio”. Así que imprecará a sus miembros: “¿Nos vamos a dejar? ¿Vamos a ser la vergüenza de nuestros héroes?, ¿o es que es cierto el dicho de que los ... de los navarros se quedaron en las trincheras? ¿Los vamos a abandonar y dejar que borren hasta su recuerdo? ¿Vamos a permitir que nos ahogue la marea del laicismo y progresismo (secularismo) con tal de que no nos llamen carcas o retrógrados?”.
Una arenga que solo admite una respuesta. La que siempre han mantenido, la de la agresividad castrense.
Los autores son Fernando Mikelarena, Víctor Moreno, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Ángel Zoco, Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort