uatro de los cinco integrantes de la denominada Manada han visto incrementadas sus penas de cárcel, tres en casi tres años y otro en cuatro años y medio, por abusar de otra joven en Pozoblanco. Como la condena mínima de tres lustros por la violación continuada en los Sanfermines de 2016, nada hubiera sido posible para hacer Justicia con mayúsculas sin la Policía Foral. Uno de cuyos números de Seguridad Ciudadana reconoció para empezar a esos sujetos en la plaza de toros en aquellas primeras horas de alarma y confusión. Consumado el arresto, efectivos de la Brigada de Delitos contra las Personas procedieron, con la colaboración del Grupo de Apoyo Tecnológico, a un minucioso rastreo de los móviles interceptados y a depurar el vídeo grabado por los propios agresores, la principal prueba de cargo en la causa sentenciada ya en el Tribunal Supremo. En el caso de Pozoblanco, la Policía Foral logró identificar a una víctima anónima que no había denunciado los hechos al localizarla en redes sociales a partir de las imágenes de un coche desconocido en un paraje igualmente ignoto. A la pericia para el cribado de evidencias, los agentes han añadido una consistencia argumental determinante en sus comparecencias ante la autoridad judicial, tanto en fase de instrucción como de vista oral de ambos procedimientos. El trabajo bien hecho, aunque no suficientemente elogiado en público a tenor de los méritos contraídos, justifica la inversión en la Policía Foral y la consolida como un referente de nuestro autogobierno. También es de estricta justicia constatarlo.