levo toda la semana pensando cómo hablar de las vacunas, cuando leemos que más de la mitad de la población dice que prefieren esperar un poco a ponérsela, para ver qué tal y entonces ya si eso... Conozco gente informada, gente cabal también, gente solidaria, que duda. Sus sospechas no nacen de la ignorancia, pero sí de la incertidumbre. No nacen de la paranoia, pero sí de la sospecha. Porque hay intereses, cierta desidia, hay sobre todo un mundo que se ha vuelto del revés con todo esto y los poderes procurando no perder y seguir ganando. Se ha dejado crecer una sensación pública de que hay algo que no se nos cuenta. Sucede que incluso aunque esos temores fueran ciertos, la apuesta que siempre nos saldrá más rentable es ponerse la vacuna. Aunque no sea la solución definitiva, porque ¿cuántas enfermedades han desaparecido en la historia de la medicina? Siempre la vacuna será mejor que dejar el contagio libre.

Pero no sé cómo resultar convincente. Hablo con personas cercanas que se piensan que yo puedo solventar esas dudas: qué va, mi confianza en la ciencia no llega a poder exonerarla de los abundantes errores cometidos y los que vendrán, o cómo parece que avanzamos un día y luego otras decisiones (también las políticas) nos llevan un paso para atrás. Y aún así, aun previendo que todo esto que nos viene con las navidades y ese si pero no no será bueno, sino todo lo contrario, tenemos que apostar por la vacunación. Cuando llegue, porque por el momento solamente podemos seguir manteniendo las distancias y los cuidados. Quien duda no es mala persona ni especialmente ignorante, pero necesita pensar con perspectiva: apostar por la vacuna es hacerlo por la salud, la solidaridad y el futuro. Para poder conseguirlo necesitamos que sean más personas que la mitad de la población. Cuantas más, mejor.