mpezaré por la conclusión: creo que no deberíamos volver a la normalidad. Deberíamos aprovechar la crisis del covid-19 para cambiar algunas cosas y transformar determinadas estructuras. "No podemos volver a la normalidad que nos metió en este caos, en la crisis financiera o en la crisis climática", afirma la economista italo-americana Mariana Mazzucato, cuya lectura de verano recomiendo como una de las mejores propuestas para buscar salidas a esta nueva crisis y reivindicar el papel, la fortaleza y el liderazgo del sector público en este momento.

La fuerte incidencia de la pandemia que nos azota también este verano con distintas cepas del covid-19 -cebándose ahora especialmente con las personas más jóvenes- no debe hacernos perder de vista la transcendencia de cuestiones que nos aguardan al inicio del nuevo curso. Y ponernos a pensar en qué cosas deben cambiar, qué acciones debemos acometer y qué recursos debemos movilizar para ello.

Pudiera parecer que lo importante es la cantidad de recursos económicos que Bruselas ha puesto a disposición de los estados para hacer frente a una crisis sanitaria, económica y social de esta magnitud. En lo cuantitativo, se trata de una inyección sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es cierto. Pero lo auténticamente relevante de los fondos extraordinarios Next Generation no son las cantidades -que también-, sino los principios de cohesión social y sostenibilidad que los sustentan, en una filosofía muy diferente al mercantilismo y el austericidio de la anterior crisis financiera.

Y, sobre todo, lo importante es que estos fondos nos exigen a las administraciones públicas no gastarnos el dinero en fiestas o en inauguraciones con cortes de cinta, sino en estrategias y actuaciones que contribuyan a transformar verdaderamente nuestro modelo de desarrollo socioeconómico. En proyectos que hagan de tractores para una nueva economía. Vuelvo a coincidir con Mariana Mazzucato cuando dice: "No estoy planteando lanzar dinero desde un helicóptero, sino la creación de estructuras que permitan absorber esa creación de dinero".

El papel del sector público

Este esquema requiere una nueva relación entre sectores públicos e iniciativa privada, así como entre ellos y la sociedad civil, para tejer una gran red de cooperación público-privada. Pero el rumbo debe marcarlo la Administración Pública. Corresponde al sector público definir el escenario hacia el que queremos ir y garantizar que se ponga al servicio de las personas y del principio de la igualdad, y no esté sometido a los intereses de los mercados internacionales.

Debemos dejar a un lado los planteamientos que sitúan el papel de los gobiernos en meros restauradores cuando se producen fallos en los mercados. Los poderes públicos deben convertirse en protagonistas activos en los procesos de creación y generación de riqueza -no sólo en su redistribución-, así como en la definición de objetivos.

Los gobiernos de perfil progresista tenemos una responsabilidad añadida más allá de la mera gestión de recursos públicos o de respuestas paliativas a la crisis. Deberíamos ser más atrevidos para marcarnos retos ambiciosos a largo plazo y diseñar escenarios alternativos al actual modelo productivo. Esto es precisamente lo que pretende el Green Deal o Pacto Verde Europeo: transformar el tejido productivo, las redes de distribución y los hábitos de consumo desde una nueva cultura de la sostenibilidad y la economía circular.

Debemos saber convertir en oportunidad de cambio las respuestas que nos vemos obligados a dar ante problemas y amenazas inmediatas: la emergencia climática, la desigualdad que genera el actual modelo de crecimiento, el estado de precariedad laboral en el que viven las personas jóvenes o la cultura individualista -alimentada por determinadas ideologías- que está emergiendo últimamente en todos los ámbitos.

El papel de las izquierdas

Las distintas izquierdas -europeas o locales- ya no deberían limitarse a dar una respuesta asistencial desde lo público o a una función redistributiva a través de la política fiscal. Debemos también recuperar nuestra vocación transformadora y poner en práctica una nueva gobernanza desde los principios de la sostenibilidad ambiental, económica o social, desde la acción cercana -también desde el municipalismo-, desde la inclusión social y la participación ciudadana... En definitiva, los distintos gobiernos, fuerzas políticas, empresas, tejido asociativo o agentes locales ya no debemos competir, sino compartir. Y cooperar alrededor de estos nuevos principios comunes.

Sirva el ejemplo de cómo en la Alemania de entreguerras, el movimiento de la llamada Bauhaus contribuyó a aportar nuevas respuestas -urbanas, sociales, ambientales, artísticas...- en un momento en el que Europa se sumía en una profunda crisis económica y hasta existencial. Algo de eso subyace en la New Bauhaus que propone ahora la presidenta europea Ursula von der Leyen, proyecto en el que Navarra acaba de ser aceptada como socia con el grupo de trabajo que constituimos el pasado mes de mayo.

No quisiera terminar esta reflexión sin referirme a un instrumento concreto e inmediato del que dispone Navarra para movilizar recursos al servicio de una salida social y sostenible a la crisis del covid-19: el Convenio Económico y la oportunidad que nos brinda la negociación para actualizar su aportación, que el Estado y la Comunidad Foral deberán abordar a la vuelta del verano. Esta negociación requerirá un importante esfuerzo político y técnico y tendrá gran trascendencia para el futuro inmediato de los y las navarras. No desaprovechemos el momento.

*El autor es vicepresidente y consejero de Ordenación del Territorio, Vivienda, Paisaje y Proyectos Estratégicos del Gobierno de Navarra