Hablemos de salud mental o simplemente hablemos, en vista de una sociedad claramente afligida por factores de diversa índole. No son problemas que afloran de la noche a la mañana.
Son formas de sobrellevar rutinas de todos los días. Son métodos de supervivencia arraigados en millones de personas, a modo de antídoto, contra una decadente situación propia. Situación por la que muchos pueden contemplar el reflejo de uno mismo mermando como nieve en una cumbre una vez iniciada la primavera.
Debemos entender que, así como existen especies evolutivas y el ser humano como una de ellas, también existen partes de nosotros que no acompasan el ritmo de tal evolución. La mente es una de ellas, tenemos un cerebro primitivo todavía.
Es entonces cuando debemos adquirir una conciencia colectiva de esta vulnerabilidad. Se incrementa a pasos agigantados porque estamos sumidos cada vez más en el frenesí del avance. Ya sea en un campo u otro, desarrollar conlleva recursos que son obtenidos de alguna parte. Más y más recursos con la misma raíz generarán un fuerte desequilibrio.
Tal vez, todas las afecciones mentales tengan el origen en el momento que palpamos esta sinuosa realidad. Como una reacción adversa. Un modo de rechazo o desentendimiento.
Pese a esto, somos perfectamente capaces de asimilar un talón de Aquiles y en cualquier momento de nuestra vida emplear el sentido de esta vulnerabilidad como refuerzo personal. Recuperar el pilar. Es la mente humana la balanza más valiosa y sensible que funda el bienestar propio y de quienes están a nuestro alrededor. No será nivelada con una vomitiva campaña gubernamental ni con simples visitas a un especialista, sino con el conocimiento y el esfuerzo de uno mismo.
Una realidad puede ser otra según la lente desde que se proyecte. ¡Sed felices!