so es lo que cumple hoy la Ley Foral del Euskera. Parece una condena y en cierto modo lo es porque desde que se aprobó se ha utilizado para poner puertas al campo y dividir a los navarros que quieren hablar esta lengua en ciudadanos de primera, de segunda y de tercera regional B, según el lugar en el que residan. 35 años es una vida y la nuestra es cada vez más líquida. El espacio físico pierde importancia frente al universo de internet. No importa dónde te muevas, dónde duermas o dónde trabajes. Es lo de menos. Lo importante es que lo hagas de la mejor manera posible. Internet y la movilidad de las personas, en todos los sentidos, dinamita, de hecho, la zonificación que impone la Ley del Euskera. Está totalmente desfasada.

Los que defienden este apartheid argumentan que refleja la realidad socio-lingüística de nuestra Comunidad, pero más que para reconocer la realidad, esta ley lo que se está usando es para impedir que cambie. Se está intentando eternizar aquella foto de 1986 por meros intereses políticos.

Hay que reconocer que no son pocos los que piensan que el euskera es como la máquina de coser Singer heredada de la abuela, oxidada y que además no queda bien en su salón de Ikea. El nivel intelectual de muchos de nuestros vecinos no es como para echar cohetes, evidentemente. Sin embargo, y afortunadamente, cada vez son más las voces que proponen dejarse de complejos de inferioridad, de rollos de que nos van a conquistar los vascos y dar valor a nuestra cultura. Un primer paso sería acabar con las compuertas de la zonificación y el siguiente ofrecer a todo el mundo el derecho a conocer y usar esta lengua, empezando por la escuela. ¿Imposición? Yo lo llamo derecho para todos a conocer la cultura de Navarra.