engo la extraña impresión de que la política navarra ha entrado en situación de pájara en la recta final de esta Legislatura. En en un bucle de crisis en los partidos casi generalizado que de una forma u otra está afectando a la acción política en el Parlamento y a la estabilidad del Gobierno. Como si el caos que rodea al mundo no fuera con nosotros. La guerra interna en UPN es, sin duda, la situación más grave de la política foral. No solo por la escisión que impulsan los diputados Sayas y García Adanero, que también, sino porque el fondo real de esta crisis, más allá de las formas, cuestiona el liderazgo de Esparza. El baile de sillas comenzó hace ya unas semanas y en ello están. A nadie se le escapa que la crisis en UPN afecta al futuro de la coalición Navarra Suma, ya salpicado también por la inestabilidad interna en el PP de Navarra que se ha hecho evidente en la persona de Ana Beltrán -otro liderazgo en caída libre-, tras la caída fulgurante de Casado. Y por la inevitable desaparición de la tercera pata de la coalición, Ciudadanos. Salvando el alcance de los problemas, EH Bildu atraviesa convulsiones internas en uno de sus dos socios en Navarra, EA, irresolubles ya a estas alturas, sin un final aún definido, pero de inevitable ruptura y que tienen mucho que ver con la preponderancia de Sortu en el seno de la coalición. Ambos sectores políticos, tanto Navarra Suma como EH Bildu, continúan en buena medida lastrados por el peso de sus respectivas mochilas. Su rechazo, por razones opuestas, al Plan de Convivencia en el Parlamento es un buen ejemplo. Navarra cuenta con un buen Plan de Convivencia -permitirá avanzar en la memoria democrática de todas las víctimas-, fruto de un intenso trabajo de participación social y política, pero ambos partidos salieron mal retratados de la Cámara y fracasaron si su intención, más allá de seguir enzarzados en sus mismas discusiones de siempre, era tumbarlo. No es la misma situación ni mucho menos, pero IU, Podemos y Batzarre tampoco están para tirar muchos cohetes festivos. Es cierto que han tomado la decisión, acertada claramente, de confluir en una lista única en las elecciones de 2023, pero ese camino tiene aún muchas sombras e incertidumbres por delante, en parte por las diferencias de posiciones internas en los partidos aquí en Navarra y en otra medida por la inestabilidad de las relaciones y expectativas de futuro que tanto IU como Podemos mantienen en el Estado. Por último, tampoco el Gobierno de Chivite atraviesa sus mejores momentos. Quizá el PSN y Geroa Bai no tengan los problemas internos y de liderazgo de UPN, PP o EH Bildu, pero sus relaciones son evidentemente más distantes y frías ahora que hace un año. Se me escapan las causas -en esta profesión siempre debe estar abierta la puerta al desconcierto-, pero si los meses que quedan hasta mayo de 2023 se mantiene ese estado de ánimo entre ambos partidos, la acción y la imagen del Gobierno se resentirá. No sé cuando durará esta pájara, pero cuando los intereses partidistas se imponen por encima de la sociedad, la política, entendida como la vía de solución de los problemas de la sociedad, siempre pierde. Y parece claro que este complejo, incierto, incomprensible y peligroso presente no es un buen tiempo para pájaras cuando la política más relevante debiera ser.