i eres capaz de percibir el absurdo de la existencia, no debes preocuparte. No pasa nada. Todos lo percibimos. Es súper fácil. De hecho, tienes que ser un genio del autoengaño para no percibirlo. No obstante, el absurdo de la existencia también puede tener su lado bueno. ¿No has oído hablar del humor absurdo? Además, una de las ventajas del humor absurdo es que no hace falta insultar. Solo tienes que mostrar el absurdo de cualquier cosa y ya es gracioso. Fíjate, por ejemplo, en todo lo que le está pasando a Juan Carlos. Te partes. No es necesario añadir comentario alguno. El absurdo de la existencia se encarga de todo. Se podría hacer una serie. Bien hecha. En plan sitcom. Ahí hay material de calidad para varias temporadas. No sé a qué están esperando. La sucesión de catástrofes horrorosas de aspecto repulsivo que nos ha invadido el cerebro en los últimos años ha evitado que le prestemos más atención. Pero el personaje vuelve. Es obstinado. Insiste una y otra vez. Como reclamando un mayor protagonismo. Que quizá merezca, no lo sé. Aunque, ya puestos, prefiero el personaje de Corinna. Es más complejo. Con muchos más matices. Quizá hasta le sobren algunos matices. De todos modos, yo no le quitaría ninguno. Y luego está Felipe, me temo, ay. Intentando no hacer ni decir nada para no meter la pata. Me preocupa su estado de ánimo. La tesitura mental en que se encuentra. Porque me parece que no tiene que ser fácil. Tiene que tener muchas dudas. No solo del tipo: qué hago o dejo de hacer. Sino también existenciales. Claro, porque, ¿quién no tiene dudas existenciales? Todos percibimos el absurdo y todos tenemos dudas existenciales. Es lo que hay. Absurdo y dudas existenciales a mazo. Seas rey, camionero o letrado, eso es secundario. Lo importante es la farsa. El humor. Absurdo, naturalmente. Más humor absurdo y menos bofetadas, mira, ese va a ser mi lema de este mes.