os estamos cargando a los insectos? Nos lo estamos cargando todo, así que seguro que a los insectos también. Las moscas, por ejemplo. Ya no hay moscas como antes. Habrá quien se alegre, pero a mí me gustaban. Me hacían compañía, supongo. Lutxo se ha hecho ornitólogo aficionado y está preocupado porque los pájaros ya no pueden comer insectos. Polillas siempre habrá, digo. Pero no sé por qué lo digo. Hacemos cosas sin saber por qué y luego nos arrepentimos. Porque seguro que a las polillas también nos las estamos cargando, pobrecitas. Aunque yo, en el fondo, me refería a los espías. ¿No decía Baudelaire que las polillas eran las espías de los dioses?, le digo. ¿Qué quieres, que hablemos de las cloacas?, me contesta él. Y sí. Admito que me encanta ese tema. El tenebroso submundo de las cloacas. Tiene algo, creo. Un perfume especial. La corrupción, el espionaje, el trabajo sucio, toda esa mierda que fluye en la sombra. Es excitante. Como cuando el malo susurra: alguien tenía que hacerlo. ¿No te chifla.? En fin, es la historia de la humanidad. Las cloacas siempre estarán ahí, ay. Es lo que hay, me temo. Y son muy feas y tal y cual. Y huelen mal y todo eso. Pero, al parecer, ejercen una función Y son eficaces. Digamos que sirven al poder y ya está. No al poder del pueblo, sino al otro. No a la democracia, sino a lo que está por detrás y por encima de la democracia, ya me entiendes. Esa cosa oscura y viscosa de la que no sabemos casi nada. Los que se comen a las polillas son los murciélagos, exclama Lutxo, cabeceando, como con pena. Y tiene razón, vale. Pero los murciélagos no son pájaros, ¿no? ¿También sabes de murciélagos?, le pregunto. Y entonces me lanza una de esas miraditas suyas. Tan graciosas. Y así va pasando la mañana. Y la vida en general. Escénica y coral.