n unos pocos días, la sistemática estrategia del Gobierno británico de Boris Johnson de solventar sus problemas por la vía del populismo más irresponsable ha trascendido el ámbito de su política interna para amenazar de facto el consenso que mantiene el equilibrio en torno a las relaciones internacionales basadas en el respeto al derecho. Johnson es uno de los adalides de la “posverdad” y se aferra a ella para manipular estados de ánimo en beneficio propio a costa de debilitar pilares fundamentales de la convivencia. Lo hizo al auparse como paladín de la desinformación durante la campaña en favor del brexit y reitera el formato para desviar la atención de sus miserias festivas en plena pandemia hacia la inmigración. Pero Johnson ha cruzado dos líneas rojas. La primera tiene que ver con este último aspecto y ha chocado con el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos por socavar el Estado de Derecho con decisiones extrajudiciales irrespetuosas con el respeto a la propia condición de refugiado. La reacción del gabinete tory ante la prohibición de expulsar a Ruanda a los solicitantes de asilo ha sido la de ponerse a buscar la fórmula de soslayar la ley construyendo otra ad hoc a costa de violar principios democráticos. Construir ese derecho paralelo alejaría al Reino Unido de las convenciones internacionales de derechos humanos de las que es firmante. Una decisión grave pero que solo haría ahondar en una irresponsabilidad que ya ha anunciado en relación a los compromisos adquiridos por el Reino Unido en relación al Protocolo Irlandés. El gabinete británico apuesta por romper unilateralmente un convenio internacional con la Unión Europea por intereses partidistas asociados al nexo de los conservadores con los unionistas del Ulster. Johnson comete, de nuevo, ahí dos atrocidades: en primer lugar, en el ámbito concreto del proceso de paz irlandés, violaría un elemento clave sobre el que se asientan décadas de paz en la Irlanda bajo administración autonómica; en segundo lugar, la ruptura unilateral de un tratado internacional es de una gravedad de consecuencias impredecibles. El derecho internacional se construye mediante tratados; no hay norma más sagrada que la fiabilidad de la que se dota un agente en ese entorno a través del fiel cumplimiento de sus compromisos. Johnson es una amenaza.