Hablemos de Nafarroa y de que en política la suma de tres no son necesariamente tres.

Se le está haciendo largo, demasiado largo, el tiempo a la derecha navarra sin tocar poder. Y es que después de haber mangoneado durante más de dos décadas ininterrumpidas en la Comunidad Foral, ocho años en la oposición están siendo difíciles de sobrellevar para los que se aposentaron como régimen en los principales centros de decisión, implantando una única forma de pertenencia a Nafarroa y una bochornosa red de clientelismo. Como suele ocurrir en la vida, cuando en una familia vienen mal dadas llega el momento de la irritación y la discordia.

Nadie duda de que, por razones sociológicas, atávicas y sobre todo por errores ajenos, Unión del Pueblo Navarro –UPN- es la formación que históricamente viene obteniendo más votos en los procesos electorales como máximo representante de la derecha navarra; casi derecha extrema por más que se autoapelliden de centro. A los dirigentes de UPN casi les dio un pasmo cuando en 2015 pasaron a la oposición. Un pasmo agravado por ser “los vascos” quienes le arrebataron el centro. Un pasmo que se reiteró en 2019, corregido y aumentado por ser esta vez sus antaño compadres del PSN quienes en contubernio infame con los filoterroristas les pusieron los cuernos.

Tras las penas y quebrantos de la primera legislatura (2015-2019) sin tocar poder, UPN se preparó para el segundo asalto (2019-2023) copiando a la amalgama de la derecha española, PP- Ciudadanos, en la vana esperanza de que tres sumarían más que uno. Javier Esparza, quizá el líder de UPN que más desastres acumula, inventó Navarra Suma: UPN, PP y Ciudadanos. No sumó.

Y aquí estamos, a pocos meses del tercer asalto, ante una derecha navarra desquiciada después de siete años chupando rueda y Esparza encabronado porque el PP, que en Nafarroa no es nadie, se ha ciscado en Navarra Suma y pretende irrumpir en el cortijo de UPN. Que vale, que estaría bien repetir el pacto de la derecha en las elecciones navarras, pero bajo el liderazgo del PP, que por algo Feijóo se sale en las encuestas. Y Esparza, que sabe –como la mayoría de los navarros y navarras- que el PP son cuatro y un tambor en la Comunidad Foral, pregona su indignación porque hayan finiquitado por su cuenta el invento de Navarra Suma.

Se desconoce todavía qué será de esa trilateral que no sumó lo que se esperaba, cómo y quién liderará un nuevo pacto de la derecha navarra si es que lo hay, bajo qué siglas prioritarias se presentaría, en qué coño va a parar la plataforma –o corriente de opinión- que se han sacado de la manga los insubordinados Sayas y García Adanero y en qué vaya a consistir la refundación de Ciudadanos.

Para Javier Esparza, Navarra Suma está finiquitada. Sabe bien, y acierta, que para que un acuerdo de la derecha navarra sume sería demasiada frivolidad presentarlo en torno al PP por más eufóricos que se sientan en la sede de Génova. Después de tanto descalabro, de tan larga espera en la cola de la oposición, Esparza no piensa renunciar a presidir el Gobierno de Nafarroa. Está dispuesto a dar la bienvenida a un PP arrogante, a un Ciudadanos evanescente, a la pareja de pilos que le traicionaron y, ojo, que no tendría ningún remilgo en admitir a Vox, que bien venido sea si le sirve para esa puñetera suma de la derecha extrema y la extrema derecha que hasta ahora nunca le ha sacado de pobre. l