La publicación periódica de los datos de la evolución de las listas de espera en Osasunbidea genera irremediablemente una sensación de desasosiego colectiva. Va más allá de los casos concretos de las personas afectadas por esa angustiosa espera para ser atendidos. Un tiempo que desespera individualmente y socialmente y sitúa a la sanidad navarra y a sus responsables políticos y profesionales ante las necesidades y demandas reales de la sociedad. Las listas de espera para una primera consulta en las diferentes oportunidades suman en julio 55.964 personas, un 3% más que el mes anterior. Unas cifras que parecen anquilosadas en el Servicios Navarra de Salud y que lastran las consecuencias sanitarias, profesionales y humanas de una pandemia que saturó en buena medida las capacidades de atención de la sanidad pública de Navarra. Una realidad estadística molesta que exige insistir en medidas y actuaciones que contribuyan a atender a las personas en la justa medida de sus derechos.

Es cierto que la calidad de la saluda pública y la colaboración con entidades de sanidad privada siguen manteniendo a Navarra en la parte más alta de valoración por los propios usuarios y de la calidad y nivel del Estado. Pero también lo es que el envejecimiento de la población, la sustancial mejora en la detención precoz de enfermedades y la creciente falta de profesionales sanitarios tanto en Atención Primaria como en Especialidades han posibilitado unas necesidades de atención a la salud cada vez más altos y más amplios. Por ello, la obligación sigue siendo destinar los recursos necesarios –la solidaridad fiscal es una obligación inexcusable–, para garantizar esos cuidados. Ése es el camino real, porque volver a los recortes y privatizaciones sin sentido de 2011 con el Gobierno de UPN, insistir en el discurso interesado de que con el modelo actual el sistema sanitario no es sostenible ni a corto, ni a medio ni a largo plazo o descalificar sistemáticamente por intereses partidistas la calidad y las prestaciones del sistema sanitario de Navarra son caminos interesados y falsos en favor de priorizar servicios privados. No es nuevo este viejo mantra. Pero la realidad sigue siendo hoy que la sanidad pública de calidad es menos costosa para las arcas públicas que lo que supone la sanidad para aquellos estados o territorios –Madrid es un ejemplo–, que han apostado por priorizar los servicios privados. Al Gobierno de Navarra y a Salud hay que exigirle respuestas, valentía y eficiencia.