Vi el partido de Osasuna. Fue un partidazo. El 95% de los partidos de Osasuna –o de cualesquier otro– en los últimos 6 u 8 años son partidazos. Porque te permiten hacer otras cosas mientras los ojeas de vez en cuando. A veces te pones a cocinar un plato y entras y sales de la cocina al cuarto de estar varias veces y siempre que miras la tele están los mismos jugadores en la misma posición haciendo la misma jugada, que indefectiblemente acaba en la grada porque el rematador no puede rematar bien porque se le echan seis encima. Antes eso era gol o paradón, ahora como en lugar de futbolistas son decathletas y hay un centímetro de espacio y poco más pues la vistosidad se queda para dos o tres instantes y algún jugador que otro. A mí Luka ya no me avisa de los goles: ¡Oroz ha hecho un regate!, me gritó el lunes. Te tienes que conformar con lo que hay, eso del regate, porque todo es pase, pase, pepinazo, pérdida, recular, bascular, correr, recuperar, pase, pase, pepinazo, remate forzado. Somos Osasuna. Nuestros partidos tipo son como el del lunes. Luego tenemos partidos como el del lunes pero que estamos algo más certeros y empatamos e incluso ganamos y luego, más de vez en cuando, partidos como los de principio de año que parecemos el Dínamo de Kiev de Belanov y Blokhin, pero eso no dura siempre. Dura lo que duró. Así que ahora toca remar, porque plantilla tenemos, el tema es saber cómo mezclarla en el campo para que puedas pasar más de 2 minutos viendo la televisión sin que se te abra la úlcera. Y, ojo, ya digo, mucho del problema viene de que el propio fútbol se ha convertido en algo espesísimo, que será interesante para los estudiosos del tema pero un truñazo para los que lo vemos. El Barca, por ejemplo. Ver al Barca, que va segundo, es un tostón. Y eso que tocan el balón de maravilla. Quizá ese sea el problema. A lo mejor 11 jugadores ya son demasiados. ¿9 contra 9?