Estábamos ahí, no obstante, como siempre, sin más, tomando un café con hielo, dada la hermosa mañana otoñal. Y de pronto: Parece que el Apocapilsis se está pasando de moda, suelta Lucho, como si nada. Y yo, claro, como no puedo evitarlo, caigo en la trampa y le corrijo al instante: se dice Apocalipsis, Lucho, le digo. Y él me contesta: qué más dará. Y se enciende un purito, tan feliz. Pero tiene razón, todo se pasa de moda. Todo es vintage, en breve. Pasa un cuarto de hora y ya es vintage. Sigue habiendo muertos, claro, porque muertos, por una cosa o por otra, siempre va a haber. Es lo que hay. De hecho hoy es su día, claro. El de los muertos. Aunque todos los son, supongo. Ahora bien, sin embargo, hoy también se celebra el Día internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas. Porque los crímenes contra periodistas existen. Siempre han existido. Y a menudo, con bastante frecuencia, quedan impunes. Por lo que sea, ya me entiendes. Quedan impunes porque, el que suele dar la orden de que acaben con ellos, suele tener poder. La gente que escribe y cuenta cosas (y en especial los que no se forran con ello, que son la mayoría) suele ser una gente un poco especial: muy curiosos, listos, lo quieren saber todo, hacen preguntas molestas, descubren cosas. Y al poder (sea el poder que sea) eso no le gusta nada, claro. Pero sí, ya nos estamos aburriendo de tanta distopía y de tanto apocalipsis y de tanto catastrofismo mediático excesivamente enfático y abrumador, que nos dejen en paz, le digo a Lucho. Y me suelta: olé. Ahora le ha dado por decir olé. Además, según Hawking, aún faltan casi mil años para el fin del mundo. Y eso, siendo optimistas, le digo. Y Lucho una vez más: olé y olé.