Una de las ventajas de empezar un año electoral es que pese a la inflación galopante y los gastos navideños -seguro que hemos tirado la casa por la ventana en esta postpandemia- una tiene la satisfacción de asomarse al 2023 surfeando entre bonos y descuentos, además de las rebajas en el comercio. El 1 de enero entraban en vigor los Presupuestos Generales del Estado, que conllevan una serie de medidas en 2023 para paliar los efectos de la inflación, con distintas ayudas –algunas directas como la de 200 euros a familias con bajos ingresos– destinadas a desempleados, familias y trabajadores con vulnerabilidad económica, o la bajada del IVA en productos básicos. Uno de los colectivos beneficiados son los jóvenes con ayudas para el alquiler (el programa foral Emanzipa) hasta los 32 años. Sube también la cuantía de la Renta Garantizada y/o Ingreso Mínimo Vital un 8,5%. También los jóvenes desempleados de 16 a 30 años podrán solicitar un subsidio de 480 euros. Y yo digo que todo hará falta para sobrevivir teniendo en cuenta las previsiones que hacen los expertos sobre la subida del precio del alquiler este año (se habla de un 5%) con una grieta entre oferta y demanda cada vez más grande. Si el precio medio en Pamplona es de 10 euros/m2, es decir, 900 euros para un piso de 90 m2, o empezamos a transformar colegios en viviendas como se ha hecho con Maristas y a repoblar edificios vacíos de oficinas, poniendo también baños y cocinas a bajeras cerradas, o nuestros jóvenes no van a poder vivir ni de las ayudas. Aunque, si vienen, bienvenidas sean.