Al tipo que dirigió la detención y el interrogatorio de Mikel Zabalza en aquellos días de 1985 en los que el vecino de Orbaitzeta fue torturado y asesinado en dependencias públicas pagadas con nuestros impuestos le han ascendido a algún cargo vía la Ministra de Defensa, Margarita Robles. Zabalza, conductor de autobús sin relación alguna con ETA, fue sacado de su casa en San Sebastián y machacado hasta que murió, unos hechos que los autores trataron de esconder con una versión oficial propia de Louis de Funes, arguyendo que en una visita al río Bidasoa Zabalza se les escapó esposado y se ahogó. 38 años más tarde, a uno de los máximos responsables de su muerte y del encubrimiento de la misma, se le premia. Esto es lo que se llama impunidad, recochineo y falta de decencia, esto es lo que, entre otros muchos hechos, crea abismos entre unos y otros, atónitos ante la falta total de asunción de responsabilidades que la tortura sistemática ha deparado en este país. Los hechos de aquellos días no han sido desclasificados aún y el Gobierno de España podría hacerlo. Y el Gobierno de Navarra y el Parlamento de Navarra cuando se vuelva a constituir debería de ser los primeros en solicitar y si me apuran exigir que se sepa y se desclasifique la verdad sobre una muerte tan dolorosa como cualquier otra, con el agravante de que te la infringe quien supuestamente te debe proteger y de la que pasadas 4 décadas apenas tienes una leve reparación parcial y unas cuantas palmadas en el hombro: fueron años terribles, ya lo sentimos. Claro que fueron años terribles. Solo que para algunos siguen siéndolo, al menos en cuanto a apoyo y vacío, como el que también sienten los familiares y amigos de Naparra, remando en solitario contra todos los elementos tratando de encontrar el cadáver de su familiar desaparecido forzosamente en 1980. Navarra les debe una mayor ayuda a estas familias. Rápidamente.