Si alguien está estudiando herramientas de coaching político puede recurrir al Ayuntamiento del Valle de Egüés como ejemplo de lo que NO debe hacerse para conservar y reforzar el poder.

Tanto si hablamos de liderazgo político como de motivar y cohesionar al equipo municipal, de gestionar responsabilidades o de generar confianza, en el caso del tercer municipio navarro la derecha no levanta cabeza ni ha sabido consolidar su proyecto por falta de timón. Los casos corrupción persiguieron a UPN en los años dorados del ladrillo coincidiendo con el despegue urbanístico del municipio y salpicaron a sus dos anteriores alcaldes. Ahora, la inestabilidad interna ha terminado por desmembrar a un grupo que logró nada menos que 9 (UPN, PP y Ciudadanos) de 21 representantes (27% de votos) en el Consistorio, y a designar como candidata de UPN a una persona que ni siquiera vive en el valle.

De cómo se han resuelto las diferencias dentro del grupo municipal, y entre éste y el comité local, da una idea la demoledora carta que escribió un edil regionalista anunciando su baja del partido por las “puñaladas” del partido y la “faena” de Esparza a la alcaldesa Amaya Larraya que ha trabajado como “una verdadera profesional sin apenas ayuda del partido”.

El descontento es tal y que simpatizantes y concejales de la formación han impulsado una recogida de firmas para sacar una lista independiente alternativa. El PP se ha llevado a su vez a la actual teniente de alcalde. Y, contando con Vox, hasta cinco listas van a competir por el espacio que ahora ocupa Navarra Suma. Lo dicho, poca cintura o mucha imposición.