Tal día como hoy hace 40 años era sábado y la primera cadena de Televisión Española televisó en directo la etapa de la Vuelta a España, que había comenzado 4 días antes. Era el primer año en la historia que la Vuelta se televisaba en directo día a día. Ese 23 de abril de 1983 se impuso un joven francés de 23 años y gafas redondas de nombre Laurent Fignon, aventajando por apenas media bici en la meta a Antoni Coll.

Las rayas de la meta en el asfalto las formaban las letras pintadas de los cigarros Sombra. Fue la Vuelta de los Lagos de Enol, de Marino Lejarreta, de Julián Gorospe a dos días de ganar al monstruo que había vencido antes que eso en 4 Tours, 2 giros y 1 Vuelta, del monstruo Hinault, de su coequipier Lemond, de la sintonía de Azul y Negro No tengo tiempo, de los resúmenes de la tarde noche con Emilio Tamargo, la de Pino, Alberto Fernández, Angoitia, Laguía, Vanderaerden, la de las radios volcadas con conexiones cada hora y programas especiales. La primera vez que millones de personas al mismo tiempo sintonizaban durante tantos días seguidos un espectáculo ciclista aún anclado en los 50 o los 60 en cuanto a tecnologías principales, la primera para muchos y la que nos enamoró para siempre de ese deporte.

Hoy, 40 años más tarde, el ciclismo en esencia es lo mismo, pero ha cambiado mucho más que de 1943 a 1983. Las televisiones ofrecen cada pequeña carrera del calendario, pero la oferta general es tan abrumadora que muchas pruebas quedan para los aficionados, sin alcanzar el impacto de entonces. Varios corredores, especialmente Pogacar, Van der Poel o Van Aert, intentan y suelen lograr parecer corredores de otro tiempo, olvidándose de la tiranía de los potenciómetros o al menos no fiándolo todo a ellos, haciéndonos ver cabalgadas épicas o movimientos que nos hacen levantar de los asientos. Aquel asombro infantil no volverá, pero la admiración sigue intacta.