Parafraseando el viejo proverbio, la amabilización bien entendida empieza por uno mismo. La demanda ciudadana para recuperar espacios que han sido invadidos por los vehículos de motor ha comprometido a los políticos, aunque los partidos hacen lecturas diferentes y no hay plan al gusto de todos por muy amable que parezca diseñado sobre el papel. El uso y promoción de la bicicleta es uno de los ejes de esos proyectos; habilitar vías seguras y bien conectadas es un reto que responde a la cada vez mayor presencia de ciclistas en las calles y a la buena respuesta a las bicis de alquiler, conectado todo con la urgencia por promover una movilidad sostenible. Pero circular a pedales sigue siendo una práctica de riesgo; ayer, una grupeta fue arrollada por un conductor que dio tasas positivas en la etilometría. Hay tres heridos, uno de ellos muy grave. La presencia de ciclistas en vías urbanas e interurbanas incomoda a conductores impacientes o que creen que todo lo que es asfalto les pertenece. Encontrar trayectos que no entrañen ningún peligro es complicado, porque incluso en los trazados de carriles-bici, por bien señalizados que estén, se trata de compartir. Más que de amabilidad estamos hablando de una cuestión de respeto.