El pacto entre PP y Vox para gobernar la Comunidad Valenciana delata a los populares y su afán de poder, se anuncia extensible a todo el Estado (gobernarán en 135 municipios) y debería servir de terrible paradigma para frenar la llamada ‘ola conservadora’ del 23-J. En realidad el Gobierno de Mañueco con Vox en Castilla y León ya es un ejemplo de lo que viene, con retrocesos en materia de igualdad, derechos laborales, inmigración...cambios legislativos eso sí todavía sin implementarse.

El de Valencia será legítimo pero no decente. El líder de la extrema derecha, a quien los populares le habían vetado (una “línea roja”, dijo Sémper) no entrará en el Ejecutivo regional por estar condenado por violencia machista (2002) pero, a cambio, será candidato al Congreso. Lo que no vale para Valencia, se tolera para el Estado. No será consejero pero sí diputado. Ya vemos lo que les importan las víctimas. Tan demagógico como que el propio Carlos Flores cerró el acuerdo para Valencia -que no llena ni un fóleo- en el que se habla de apoyar a las familias para fomentar la natalidad (con un partido como Vox que insiste en el “papel reproductor” de la mujer y que niega la violencia machista!!!), de libertad, de desarrollo económico, y de refuerzo de la sanidad (me huele a privatizaciones). También a Navarra le salpica el nuevo frente ultra: no hay empacho para que UPN sea alcalde en San Adrián gracias a los votos del PP y Vox. Y ahí está UPN, calladico.