Navarra inicia su XI Legislatura tras las elecciones forales del 28-M con la reelección de Unai Uhalde (Geroa Bai) como presidente del Parlamento y de una Mesa de la Cámara todo lo plural que permite su composición: además de Geroa Bai están representados en el órgano de control de la actividad legislativa UPN, PSN y EH Bildu. Pero los 30 votos que avalan a Uhalde para repetir como presidente del Parlamento –el primero en estas once legislaturas–, muestran de partida una mayoría absoluta democrática y plural suficiente para abordar los próximos cuatro años, al menos de partida, con garantías. Organizado el Parlamento, quedan aún por cerrar los acuerdos para formar Gobierno. Como repite Unai Hualde al frente del Parlameto, también repetirá Chivite como presidenta del Gobierno de Navarra. Lo doy por seguro, aunque en política el riesgo de la equivocación es una sombra permanente. El tiempo y la autoridad competente, como en los toros, son factores impredecibles. Aunque en este caso, creo que no hay ni nada que no esté lo suficiente cerrado de antemano para que cualquier imprevisto impida que no sea así. Pero lo cierto es que el proceso está estancado o al menos atraviesa tiempos de lentitud en su marcha, sobre todo entre PSN y Geroa Bai.

Chivite será presidenta si quiere serlo. Sólo tiene que hacer aquello que resulta imprescindible desde su responsabilidad para serlo, dirigir el diálogo, la negociación y la base de confianza y lealtad mínimamente necesaria para asumir la responsabilidad de la presidencia con las garantías suficientes que garanticen confianzas mutuas, inteligencia en las decisiones, eficacia en la gestión, generosidad común y lealtad. Y una mirada a largo plazo. Ninguno de los implicados por las urnas para cumplir la voluntad democrática de las navarras y navarros tiene que ganar hoy optando por deambular por otros caminos inciertos. Habrá razones tácticas de los partidos que estancan la negociación: debates internos, elecciones, reproches viejos, reparto de cargos y puestos, presencia y composición del Gobierno, vetos y bloqueos en los ayuntamientos... Pero ninguna de ellas les exime de atender a la apuesta mayoritaria de la sociedad navarra por la fórmula de gobernanza sin exclusiones que ha cambiado Navarra a mejor desde 2015. Su estabilidad institucional, su gestión y prioridades presupuestarias, su normalidad y convivencia social, su atención territorial y ha impulsado su desarrollo económico y empleo. Nadie debiera olvidar lo que la sociedad navarra ha votado de nuevo mayoritariamente. Navarra necesita seguir mejorando en buena parte de sus políticas públicas y para ello hace falta diseñar unos nuevos Presupuestos que reimpulsen el desarrollo económico, mantengan la equidad social y sostengan a la Comunidad Foral como una sociedad viva de este siglo XXI. Ante la ola reaccionaria y autoritaria que recorre Europa y puede asaltar todo el Estado español, parece que cuanto antes se pongan en marcha, mejor. Hoy se perderá Pamplona –me gustaría equivocarme–, y algún otro ayuntamiento se quedará fuera de ese pacto global que necesita Navarra. Perder Iruña, vistos los últimos cuatro años de ineficacia, desastres, amiguismos y búsqueda de la confrontación social hasta última hora de Maya y UPN como alternativa, es perder mucho.