La hipótesis se ha cumplido: EH Bildu, imprescindible para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. Su Manual de resistencia incorpora una nueva frase: “La democracia encontrará la fórmula para gobernar”. En sus expectativas, nada de otra convocatoria electoral. El nuevo Congreso de los Diputados se compondrá de 11 siglas. Solo tres de ellas han aumentado el número de escaños: PP, PSOE y EH Bildu. La calculadora de pactos incluye a cinco fuerzas nacionalistas periféricas. Decisivas. Las catalanas y las vascas rivalizarán dentro de unos meses en sus respectivas elecciones autonómicas. En el caso de Euskadi, a cara de perro. Para la izquierda abertzale –”con los mejores resultados de su historia en unas elecciones generales”–, la prioridad es “que no gobierne la derecha” (Otegi). ¿Ni siquiera pedirá a los socialistas una moción de censura en Pamplona y participar en un gobierno progresista de coalición en Navarra? El PSOE recibe su apoyo a pesar del maltrato político en algunos Ayuntamientos forales y en instituciones de la CAV. Aquí, apartada de encuentros oficiales. EH Bildu prioriza acuerdos con Sánchez (con discreción) y sus aspiraciones en las autonómicas del País Vasco. ¿Con quién irá el PSE en caso de arbitraje entre socios? Navarra, en la recámara.

Después de las generales, los socialistas navarros recuperan sus otrora habituales dos diputados. Auxilio del ejército de salvación movilizado por el susto de las encuestas. Voto prestado. Bildu, que también lo ha tenido, evidencia su lento crecimiento constante. Sumar no consigue sostener el escaño de Podemos (casi 4 puntos y 12.000 votos menos). Belarra, sagaz, asumió sitio más seguro. Hundimiento de Geroa Bai a un residual 2,90% (7ª), lejos del acta de diputada de Uxue Barkos (2011/12,84% de los votos). Con un mes escaso de margen, el PSN aprieta ahora el calendario negociador. Desde una actitud de presuntuosa fortaleza. Chulesca. Insufrible.