Ocho años ha cumplido ya Javier Esparza al frente de UPN. Todos en la oposición. Fracasó en 2015 en su intento de reflotar la hundida nave que heredó de Barcina. Tampoco le fue bien en la siguiente legislatura liderando la unión de todas las derechas en Navarra Suma. Y ahora ha vuelto a toparse con la realidad tras recuperar sus siglas pero manteniendo el discurso más conservador para que el PP no le comiera el espacio. Consciente de que su pretendido acceso al Palacio foral quizá haya quemado ya el último cartucho, ayer hizo mención a recuperar la teoría del quesito. Esa de los viejos acuerdos UPN-PSN que colapsaron estrepitosamente en 2011 con el Gobierno Barcina-Jiménez, que apenas estuvo en pie los 11 meses y que fue la casa de los líos. Ya ven. En todo un nostálgico del fracaso se ha convertido el mandamás del alicaído regionalismo foral, que, sin haber digerido el cuarto puesto en las elecciones del 23-J, lamenta que Chivite apueste por otra política de pactos apenas unas horas después de que la presidenta haya firmado el acuerdo con Geroa Bai y Contigo-Zurekin, de que EH Bildu se haya comprometido a facilitar su investidura y de que el propio Esparza haya reiterado su apoyo a Feijóo.