El final del periodo vacacional estival da inicio a un nuevo curso político que se presenta tan apasionante como incierto en los distintos niveles institucionales. En realidad, este año los meses de julio y agosto han sido, salvo distintos paréntesis, prácticamente hábiles desde el punto de vista político tanto en Navarra como en el Estado –no así en la CAV–, ante la obligada gestión de los resultados electorales forales por una parte y generales por otra. Navarra afronta el curso con un nuevo gobierno presidido por María Chivite que responde a la pluralidad y la mayoría social de la comunidad aunque se enfrenta al reto de generar certidumbre y dotarse de estabilidad dada su minoría parlamentaria.
Por lo que respecta a la CAV, por el contrario, en el horizonte se vislumbran las elecciones autonómicas que tendrán lugar el próximo año –aún sin fecha–, con lo que el gobierno de Iñigo Urkullu se encuentra ante el último curso de la legislatura. Lejos de dar este tiempo por amortizado, el lehendakari ha planteado los próximos meses con una agenda ambiciosa en la que priorizará la mejora de los servicios públicos y la calidad de vida de la ciudadanía; la consolidación del aumento del empleo con los objetivos de superar el millón de afiliados a la Seguridad Social, ofrecer mejores salidas s los jóvenes e incrementar la calidad de los puestos de trabajo; y abordar la solución al modelo de Estado, incluso abriendo sin complejos el melón de la Constitución, una cuestión sin resolver y siempre pendiente. En lo más inmediato, es en el Estado donde la incertidumbre política adquiere mayores cotas tras los resultados del 23-J. La insólita decisión de Felipe VI de encargar a Alberto Núñez Feijóo que intente la investidura aunque se sabía desde el principio que será fallida porque no contaba con los apoyos necesarios ni será capaz de lograrlos pese al largo mes de tiempo del que dispone está derivando en una sobreactuación del líder del PP con el único objetivo de captar foco mediático y presentarse como presidenciable, quizá con la esperanza de que un eventual fracaso también de Sánchez le proporcione una nueva oportunidad con la repetición electoral. Ni las apelaciones a los críticos del PSOE ni su intento de reunirse con los presidentes autonómicos en busca de contradicciones son viables. Feijóo se ha metido en una vía muerta pero no puede arrastrar a ella a todo el país.