La vida sigue igual

– Regresa uno a la tecla con la sensación de encontrarlo todo prácticamente como lo dejó hace exactamente un mes. Utilizando el macabro refrán rural, seguimos igual: ni cenamos ni se muere padre. Y lo peor es que el horizonte inmediato se plantea como una sucesión de vueltas y revueltas a la rotonda. Provoca pereza infinita preguntarse qué nos va a deparar la actualidad hasta el próximo 26 de septiembre, jornada señalada para la que ya sabemos que será investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo.

“Derogar el sanchismo”

– Tendremos que dar por buenos episodios lisérgicos como el de anteayer, cuando el candidato imposible fue a pedirle a su adversario que, ya si eso, tuviera compasión y le permitiera gobernar durante un par de años. El aludido presidente español en funciones se descuajeringó de la risa en la misma jeta del gallego y lo despachó para que siguiera su ronda zombi de contactos. Un sobresaliente cum laude para nuestro nunca suficientemente bien ponderado Borja Sémper, que trató de explicar que el propósito de la reunión de su jefe con Sánchez formaba parte inequívoca del objetivo de “derogar el sanchismo”. ¿Que si se sonrojó al decirlo? No hay forma de saberlo. Lo impide el envidiable bronceado del irundarra que, pase lo que pase, por lo demás, sabe que él siempre (semper, en latín) saldrá con bien.

Ayuso, palo y zanahoria

– Y a todo esto, el aspirante a la investidura fantasma, ayer se dejó ver en compañía de su más que posible sucesora al frente del partido de la gaviota. Benévolos, los titulares aseguraban que Isabel Díaz Ayusó cerró filas con Feijóo, al que presentó como “la garantía de que España no se desguace por cuatro votos”. Eso sí, acto seguido la emperatriz de Sol le atizó a su teórico jefe con lo gordo de la Minipymer por “la bisoñez de buscar pactos con el sanchismo”. O, en otras palabras más gruesas, “con quienes, como en el siglo XX, nos quieren llevar hacia la guerra civil”.

Una propuesta interesante

– Así el percal, la única novedad medianamente refrescante de las últimas horas ha sido la propuesta del lehendakari, Iñigo Urkullu, de alcanzar un pacto territorial que, sin necesidad de reformarla, reinterprete la Constitución española de modo que se reconozca la plurinacionalidad y se profundice en el autogobierno de las comunidades que lo demanden. La iniciativa, coherente con otras que ha avalado Urkullu desde que es lehendakari, va mucho más allá de la contingencia puntual de una negociación de investidura. No debería caer en saco roto.