Ayer me llegó un mensaje a la aplicación de la Mancomunidad de Transporte de la Comarca de Pamplona en la que se me informaba de que iba a haber tareas de mantenimiento de 10.30 a 11.30 y que las frecuencias y los minutos de llegada de las villavesas no iban a funcionar. Y que tampoco estaría operativa la recarga online. Bueno, la verdad es que al menos en la línea que más cojo, que es casi a diario, la app que ofrece los horarios de llegada de cada autobús a las distintas paradas ya llevaba semanas que iba como una escopeta de feria. Días que te fiabas de la app, salías de casa a y media porque te decía que iba a pasar a y 36, llegabas a y 33 y a y 36 te decía que pasaba a y 48. Cuando tienes que llegar a alguna parte a y 50, claro. 15 minutos de vellón ahí ciscándote en todo.

Vamos, que no es el fin del mundo, pero no es menos cierto que si entre todos queremos hacer del transporte público algo verdaderamente atractivo, fluido y que cada vez vaya ganando más terreno al vehículo privado asuntos como la casi infalibilidad de una app así son básicos. Por supuesto, quien usa villavesas sabe de sobra que el tráfico no es una ciencia exacta y que el minuto arriba abajo no te lo va a poder quitar nadie nunca, pero que al menos se tenga una idea lo más aproximada posible de qué pasos son los habituales cada hora y el tiempo que resta. Ayer mismo leía que el comité la empresa que lleva las villavesas ha pedido adecuar los tiempos de los recorridos a las “circunstancias actuales de tráfico y usuarios”, puesto que consideran que ahora mismo están tan ajustados que se producen en ocasiones retrasos importantes. Y es probable que sea así. De nada nos sirve que me digan que pasa cada 10 minutos si pasa realmente cada 16 y al final los enfados de los usuarios los acaban pagando los conductores, que son los que más estrés llevan y menos culpa tienen.