El emérito está como unas castañuelas. El archivo de la denuncia de su examante, la aristócrata Corinna Larsen, se suma al de las investigaciones penales por la gestión de su fortuna y, según su defensa, anula cualquier preocupación legal del rey emérito. Es lo que tienen algunos egregios personajes venidos a menos con el amparo jurídico de su inviolabilidad civil y penal aquí, y vaya usted a saber qué prebendas en la corte británica.

Mientras se libra se de sentarse en un banquillo de Londres por un caso de acoso de su expareja, que le reclamaba 146 millones como daños y perjuicios, el horizonte judicial del Borbón queda despejado mientras va haciendo cada vez más habituales sus visitas a Galicia con la incógnita de si dejará Abu Dabi para volver a España tres años después de su exilio. La justicia británica se declara incompetente para sentarle en el banquillo, mientras que la española, por otros delitos más graves ya se vio impotente ante el paraguas jurídico que le brindaba la Constitución pese a los serios indicios de conducta delictiva cuando era Jefe del Estado y con posterioridad. Corina, por despecho y por interés, desencadenó la más grave crisis de la Corona y la ha puesto en entredicho. Líos de alcoba aparte, siempre tendremos que agradecérselo.