Terminaba esta columna ayer con la idea de que en Palestina “todo seguirá igual”. Han pasado pocas horas y ya creo que me equivoqué. No seguirá igual, camina irremediablemente a peor. Retrocedemos en este mundo cada vez más convulso e incomprensible. El lenguaje bélico lo reconoce sin tapujos. “Son animales humanos y como tales los trataremos”. “Hemos anulado todas las reglas de la guerra”. “Sin agua, sin alimentos, sin luz, sin combustible”. Barra libre a la acción militar, sin cortapisas legales ni salvaguardas humanistas.

Son esas las ideas sobre las que se está planificando la ofensiva total en Gaza. Nadie parece dispuesto a decir basta y exigir la aplicación del Derecho Humanitario y la Legalidad Internacional. Todo ello alimentado, como ocurre en todas las guerras, con una intensa campaña de desinformación, manipulación, censura, control de los periodistas y propaganda por todas las partes implicadas en medios y redes sociales. Es desconsolador. No hay leyes ni derechos. La orden es siempre la misma en los bandos en conflicto: matar. Ahora está en el foco internacional Palestina y la constante agonía del pueblo palestino, pero puede ser también Ucrania, el Sáhara, Kurdistán o cualquier otra de las guerras latentes en la Tierra contra pueblos olvidados en Asia, África o América Latina.

En realidad, la venganza no es democrática ni es justicia, pero invade todo como argumento justificativo. La venganza es más fácil de gestionar para los responsables y más fácil de asumir para una opinión pública enardecida. Encubre de un halo humano lo que es inhumano, ya sea esto el asesinato, el secuestro, la tortura, la guerra ilegal, el terrorismo, etcétera. El mismo año de la creación del Estado de Israel y de la expulsión masiva de cientos de miles de palestinos de sus casa y sus tierras, en 1948, la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo recorrido desde entonces arroja un desolador panorama de incumplimientos. Sólo basta mirar ahora a Palestina.

La defensa de los Derechos Humanos está ligada directamente con otros compromisos internacionales, como la Convención de Ginebra, la piedra angular del derecho internacional en las guerras y los conflictos armados que intenta limitar sus efectos más inhumanos. Pero si en el siglo XIX, el 90% de las víctimas de los conflictos armados eran militares y el 10% población civil, tras las dos grandes guerras mundiales del siglo XX y las guerras de descolonización, los conflictos étnicos, o religiosos o políticos, el 90% de las víctimas son civiles. Y todo indica que ahora en Gaza ninguno de los principios que componen la Convención de Ginebra tendrá cabida. De hecho, los bombardeos indiscriminados sobre civiles inocentes –ancianos, mujeres y muchos niños y niñas–, han sido una constante y cuyos responsables disfrutan de total respetabilidad social y política. No hay derechos.

Los palestinos llevan décadas sin derechos, ni siquiera el derecho a la vida. No se puede olvidar. La paz no interesa en muchas partes del mundo porque no es negocio. El olvido de los derechos humanos y la sumisión de la democracia a la economía han derivado en un sistema de impunidad absoluta para crímenes de guerra. En el todo vale, no hay reglas. Y todo indica que ahora vamos a asistir a una nueva matanza de seres humanos. La mayoría serán personas inocentes, que ya están muertas mientras escribo estas letras.