Navarra tiene un importante espacio transfronterizo lleno de intercambios personales y comerciales para los que las fronteras siempre han sido un obstáculo pero también una oportunidad. Fronteras que, por suerte, también van cayendo en nuestras propias mugas con Iparralde, aunque hay que estar atentos a posibles regresiones por parte del Estado francés al calor de la nueva y tensa situación internacional (de nuevo aquí se demuestra el “efecto mariposa”) que no debería afectar al día a día de quienes viven a ambos lados de los Pirineos. Y es vital arraigar población en estos valles, especialmente en los del Pirineo Oriental, en los que no resulta fácil vivir por su distancia desde la capital y la orografía. Su voz se ha vuelto a escuchar estos días ante dos hechos que han despertado cierta alarma y recelo. Uno simbólico, como es la programación de la feria Presura, la Feria Nacional para la Repoblación de la España Vaciada, que suena más a la distopía de Almudena Grandes en su novela póstuma, que al momento actual en cuanto a vida rural en Navarra. Un evento en el que ni colectivos ni el propio Pirineo apenas tiene cinco minutos de presencia, según denuncian. Una cita que de nuevo pone más el acento en la despoblación como posible negocio que en la población y sus problemáticas. Y otro, más estructural como es el temor a que con el cambio de legislatura y responsabilidades el Plan del Pirineo decaiga o se quede en un cajón o el propio Pirineo como concepto se diluya en el totum revolutum de la despoblación.

Ese es el temor de la Mesa del Pirineo, que tras muchos años de esfuerzo y trabajo en red está sintiendo de nuevo el abandono institucional. Un temor al que el actual gobierno de Navarra ha salido al paso con declaraciones de su portavocía, pero que habrá que esperar para ver el resultado real, los hechos. Porque los habitantes de esas zonas no quieren ni despoblación ni repoblación, sino opciones de vida. Más allá de conceptos y estrategias, creo que hay que poner el foco de verdad en apoyar y acompañar a esa población pirenaica. En ese grupo reducido de habitantes que viven, trabajan y sacan adelante un territorio de miles de kilómetros, del que además disfruta por sus paisajes y vida rural gran parte del resto de navarros y navarras, que lo visitan lo mismo que de otras autonomías y países. Especialmente en este otoño incipiente que anuncia un cambio de estación y ojalá no sea un cambio de ciclo a peor, ahora que gracias a la entrega de colectivos sociales y entidades locales el Pirineo había vuelto a existir como sujeto además que como objeto. Un Pirineo vivo, que reivindica su derecho a vivir.