Cuando de repente se anuncian las prohibiciones de venta de determinadas cosas o servicios a veces te sorprendes a ti mismo preguntándote cómo coño es que eso llevaba 10 o 15 o 20 años en venta y nadie le había metido mano al asunto. Me ha pasado con la noticia de que se va a prohibir a menores la venta de determinadas bebidas energéticas, bebidas que ya eran un cóctel explosivo cuando se pusieron de moda hace fácil 20 años y que siguen siéndolo, con altísimas concentraciones de cafeína y de azúcar, combinación muy peligrosa a cualquier edad pero sobre todo si se consume desde los 13 o 14 años.

No es cuestión de ponerse en plan abuelo cebolletas, pero creo que casi todos recordamos que el gran salto que dabas de crío era probar la Coca-Cola, que te suministraban muy de vez en cuando y para días especiales. La Coca-Cola es un juguete ahora mismo comparada con lo que hay por ahí, esas latas con diseños psicodélicos y deportivos que, efectivamente, ves tomar a chavales de 12, 13, 14 años y, por supuesto, a mucha gente más mayor, que utilizan sus componentes para eso, para lo que dice el sobrenombre, como suplemento energético, lo que Super Ratón llamaba supervitaminarse y supermineralizarse pero a base de cafeína –mucha– y azúcar –muchísimo–.

Pues lo sorprendente viendo las cantidades de estos dos componentes que hay en cada bebida de medio litro –se calcula que unos 13 terrones de azúcar y como tres cafés– es que esas bombas andantes hayan estado tantos años al alcance de todos –menores y mayores– sin ningún problema, cuando está más que demostrado que son muy dañinas para la salud y el sistema nervioso, especialmente en niños y adolescentes, un mercado muy consumidor y al que se le ponen muchos anzuelos.

Hace poco vi a apenas un crío con un vapeador como los de nicotina. Los venden de sabores y tal. Es obvio que la intención es que luego den el salto a la nicotina.