La noticia del acuerdo entre la mayoría de fuerzas que componen el pleno del Ayuntamiento de Iruña para desalojar a la alcaldesa Cristina Ibarrola llega con más retraso que sorpresa. La representante de Unión del Pueblo Navarro (UPN) ocupaba la silla consistorial arrinconada por la estrategia de ruptura de puentes de diálogo político que mantiene su partido.

La fórmula de la confrontación con el resto de fuerzas lo es con una mayoría sustanciosa de la ciudadanía navarra y le ha decantado hacia un extremo en el que su alineamiento con la derecha española –PP y Vox– es insuficiente para gobernar. Así, solo el vértigo o el cálculo del tiempo electoral impidió en junio pasado el mismo acuerdo que ahora aúna a EH Bildu, PSN, Geroa Bai y Contigo-Zurekin para hacer alcalde a Joseba Asirón antes de que termine el año. En esa ecuación, la incógnita siempre fue el PSN y el temor al impacto que la adhesión a esa mayoría podría tener en el calendario electoral de Pedro Sánchez.

Despejado este, seis meses de parálisis en el Ayuntamiento y la incapacidad del equipo de UPN de diseñar y negociar unos presupuestos para la capital foral han hecho caer por el peso de su propia parálisis al equipo de Ibarrola. Su penosa reacción política es inútil y solo muestra una concepto patrimonial de Iruña como una ciudad que solo UPN puede gobernar cuando la realidad es que sus últimas alcaldías han sido penosas para Pamplona. A partir de aquí, mucho trabajo por hacer y mucha munición para el discurso de las derechas en Madrid. Pero tampoco cabe una mayor estridencia en el tono de la crispación, que ya ha alcanzado cotas insoportables dentro de la estrategia de acoso y criminalización que pretende suplantar el resultado de las últimas elecciones generales.

Ese nivel de agresión alimentado contra Sánchez también ha sido clarificador para quienes dudaban de si sería asumible para el votante socialista. De hecho, UPN ha sido el único partido del Congreso que ha optado por permanecer anclado a la estrategia del PP y Vox y eso tiene un coste inevitable en una comunidad como Navarra. El consenso alternativo a la derecha en Pamplona reúne a los representantes navarros de la mayoría de investidura del propio Sánchez. Iruña gana una mayoría plural para gobernarla y a Asirón compete ahora estabilizarla con políticas integradoras y no sustituyendo un sectarismo por otro.