Hay un tipo que quiere acostarse con mil mujeres, dice Lucho. Y le pregunto: ¿A la vez? Y dice: Sí. ¿Que? En fin, hay gente para todo, Lutxo, le digo. Elon Musk, por ejemplo, se ha propuesto ir a Marte. Tal vez se haya propuesto también otras cosas. Y no quiera decirlas. Por razones obvias, claro. Asirón, El Burgomaestre, no sé qué se habrá propuesto: seguro que algo. Además de, por supuesto, optimizar la cadena de suministro local.

Porque la cadena de suministro, tanto local como global, es decir, a nivel tribal y a nivel planetario (terrestre, pero también aéreo y marítimo), tendrá que seguir optimizándose a ser posible, eso es innegable. Como, por otra parte, habría que optimizar los sistemas de acceso de los individuos (llamémosles ciudadanos o compatriotas, o como diablos se quiera), a la atención sanitaria (incluida la mental) en tiempo óptimo. Porque, ¿acaso hay algo que no tenga que seguir optimizándose urgentemente? Todo tiene que seguir optimizándose urgentemente.

Avanzar en su determinado e intransferible proceso de optimización, por decirlo así. Tú mismo, amable lector de periódicos que escuchas esta amarga voz, lo haces con la intención, (consciente o no) de optimizarte un poco. Optimizarse es lo que ahora ansía y anhela todo el mundo. No obstante, Lutxo, yo me temo que mi propósito de año nuevo consiste en apearme olímpicamente de la optimización. Ya está. Dimito de la optimización imperante.

Que se optimice el resto del mundo, yo paso. De hecho, si pudiera desoptimizarme, lo haría. Poco a poco, claro. Volver a ser el estúpido que uno era, qué delicia. Pero ya es tarde para eso, me temo, le digo. Y me dice: Pues mi propósito de año nuevo es conocer a más gente. ¿A más gente? Le digo: Lutxo, eres mi amigo imaginario. Y me suelta: Pero eso no me puede impedir optimizar mi agenda de contactos. Menudo añito me espera.