Quizás pase desapercibido, pero ya no casi hay reyes pintados de negro en las cabalgatas. No tendría sentido. Salvo en Madrid -¡qué casualidad!- donde viven más de 120.000 afrodescendientes y pese a ello el Ayuntamiento ha contratado a un negro pintado de marrón y con acento “africano” de Tarzán para hacer de Baltasar en Chamartín.

No es de todos modos el África negra la que más peso aporta a la inmigración aunque, eso sí, ya bate recórd de cayucos en nuestras costas. Y lo digo por algo. Ayer supimos por el INE que en Navarra, de los principales países de origen de los migrantes, Marruecos ocupa el primer lugar con 19.013 empadronados (datos provisionales de 2023), seguido de Ecuador, Colombia, Rumanía y Perú. Quizás por ello no sorprenda tanto la llegada de nuevos jóvenes magrebíes a nuestra ciudad en busca de oportunidades. Sus redes de apoyo son mucho más fuertes de lo que creemos porque la pobreza no se detiene.

Chavales sin oficio ni beneficio, del Magreb o quizás alguno del Este, a los que algunos vecinos de Pamplona empiezan a ver con cierto temor cuando duermen entre cartones en nuestras calles como ocurre en el barrio de la Milagrosa. Como tampoco hay que alarmarse de que la migración de Ucrania, en una agónica guerra, sea la que más creció en 2023 al pasar de los 1.742 residentes a los 2.847. De igual modo que miles de migrantes siguen llegando a la frontera entre México y EEUU marcando cifras récord que ninguna ley es capaz de frenar.

Los Reyes Magos llegaban de Oriente pero dejaron hambre, dolor y muerte. Eso es Gaza y Oriente Medio. Seguramente en el próximo registro crezca aún más la población árabe.