Más allá de la evidente sensación –más bien la certeza absoluta, que viene desde hace décadas– de que para que a Osasuna le piten a favor una jugada dudosa o de pequeño calado –el penalti a Budimir, por ejemplo, el miércoles ante la Real era perfectamente pitable pero al menos para mí de poca enjundia, aunque más que el sí pitado en la acción de Catena que acabó con el equilibrio– tienen que conjuntarse varios astros y más si es en partidos ante rivales de mayor renombre –de vez en cuando nos cae algún regalo o algún despiste del trencilla–, a mí lo que me preocupa ahora mismo es que, sin ánimo de ser agorero ni agonías, no veo al equipo ni por asomo con los niveles de enchufe necesarios para tener una segunda vuelta muy allá.

Vamos, que o mejoran unos cuantos bastante su rendimiento o las vamos a pasar más canutas que Caín, porque salvo quizá el tino de Budimir, las apariciones de Aimar y la presencia atrás de David todo lo demás está por debajo –unos más, otros menos– de lo visto el año pasado.

Sí, las prestaciones de Areso en banda derecha son muy esperanzadoras, pero es que no se están materializando en nada a cosechar, con lo cual seguimos con una notable sequía no ya solo goleadora sino también de ocasiones, con errores en la elaboración del juego que nos cuestan balones que luego nos supone mucho esfuerzo recuperar. En resumen, que tras una de las mejores temporadas de nuestra historia, la pasada, en esta hemos vuelto a la realidad de la mayoría de las campañas, peleando de mitad de la tabla para abajo por no asomarnos al pozo, lo que no es ninguna deshonra pero que puede ser muy peligroso si no te reseteas mentalmente rápido de que efectivamente estas en esas y que eso es lo que te toca y a lo que hay que responder. Lo bueno es que recuerdas tramos del partido ante la Real con 10 y crees que al menos en entrega no nos va a faltar una gota de sudor.