El Pleno del Ayuntamiento de Pamplona debatía el jueves una iniciativa de UPN sobre el futuro del monumento franquista de Los Caídos y el portavoz de este partido encargado de defenderla, el concejal Juan José Echeverría, se lió en una intervención en la que defendió que no se demoliera y para ello mezcló en su intento de perpetrar una argumentación a ETA, al ex president Puigdemont y a la Ley de Amnistía. Un batiburrillo de sandeces, que tampoco pasará a la historia de la oratoria política de Iruña, solo para intentar ocultar la pertinaz –un adjetivo muy franquista–, negativa histórica de UPN y PP a posicionarse del lado de las víctimas del genocidio de 1936. Siempre en la misma posición: el debate sobre el genocidio franquista es remover el pasado. O las leyes que amparan el reconocimiento y memoria de las víctimas de aquella dictadura son innecesarias.

En el mejor de los casos, han ido evolucionando del voto en contra a abstenciones bochornosas –como la que ejercieron cuando el Ayuntamiento de Pamplona aprobó retirar el título infame de hijo predilecto de la ciudad al genocida Franco o cuando utilizaron todo tipo de subterfugios para intentar evitar que la actual Plaza de la Libertad dejase de estar nombrada en honor a un tipo que batió el récord franquista de firmar penas de muerte como Rodezno–, y de vez en cuando a votar con la boca pequeña a favor de medidas y declaraciones contra el franquismo. La intervención de Echeverría les vuelve a retratar como defensores de un revisionismo negro de la historia y evidencia su interesada doble vara de medir a las víctimas.

Los Caídos es el último símbolo franquista que se resiste a desaparecer y se levantó para mayor gloria de quienes impulsaron y protagonizaron las matanzas del 36 por toda Navarra con más de 3.200 navarras y navarros fusilados, asesinados, desaparecidos y expoliados sin juicio y la persecución de miles de víctimas de los 40 años posteriores de dictadura, un régimen asentado en la opresión social del nacionalcatolicismo, en el terror y en la anulación de todo tipo de derechos democráticos. No sé cual puede ser el destino final de ese mamotreto que desde el punto de vista estético es un truño, su valor histórico está dirigido a ensalzar el mal del fanatismo político, militar y religioso, políticamente se encuentro al margen de las leyes de memoria histórica y urbanísticamente impide completar el desarrollo de esa parte de Pamplona.

Pero sobre todo, ¿qué más da lo que diga Chin-pon-chi? Si todas las intervenciones de Echeverría y del grupo de UPN van a ir en esa dirección, el equipo de gobierno de Iruña lo tiene fácil. Ese palabreo no aporta ningún planteamiento de interés para las necesidades de Iruña, son palabras que se lleva el viento sin ninguna atención ciudadana. Si su idea es seguir sin aportar nada de interés para Pamplona o para sus ciudadanos que pueda poner en dudas o apuros al actual gobierno municipal, debería dejar la silla de concejal por el bien de UPN. El Ayuntamiento actual tiene una mayoría amplia, pero debe dedicarse a reflexionar y acordar propuestas de solución para la ciudad que beneficien a las pamplonesas y pamploneses, en este caso para Los Caídos, antes de que en lo que diga Chin-pon-chi. No sé si hay que derrumbarlo o buscar otras alternativas, pero Iruña no va llorar su demolición.