Ya cantaba Raimón aquello de “en mi país la lluvia no sabe llover”. Raimón era y es valenciano y se refería a que a la sequía le seguían las lluvias torrenciales y las inundaciones y dramas. No diré que aquí vivamos lo mismo, pero no es menos cierto que en los últimos años sí estamos viviendo patrones de muchas semanas sin ver una gota de agua o solo en zonas montañosas y luego de repente días seguidos de precipitación y un día o dos de remate con mucha precipitación, que hacen que suelos ya mojados y saturados lleven a desbordamientos de ríos y problemas en numerosas localidades de Navarra, especialmente de Pamplona hacia arriba pero también en lugares como Etxauri, Estella, etc. Por fortuna, la bajada de la cota de nieve en muchas cabeceras de Arga, Ulzama, Irati y demás permitió que la nevada no se convirtiera en agua a mansalva, aunque habrá que estar atentos estos días –jueves, viernes y sábado– al posible deshielo si viene acompañado de lluvias. Son cosas habituales, claro, de los meses en los que nos encontramos, pero no es menos cierto que los episodios se están volviendo más recurrentes en los últimos años y prácticamente cada temporada hay problemas en zonas como Huarte, Villava, Burlada o Pamplona, unas veces con más afección y en otras ocasiones con menos fuerza pero siempre con una sensación de intranquilidad para los muchísimos vecinos que viven cerca de las zonas más expuestas. También es obvio que se ha construido en muchas zonas de expansión de los ríos cuando estos crecen y aunque sea duro aceptarlo los ríos a veces retoman sus territorios, pero no es menos real comprobar que la sucesión de sustos es superior a la que había en décadas precedentes. O al menos esa sensación tengo yo desde 2013 más o menos a esta parte, con varias entradas potentes del Arga en Pamplona y por supuesto de ese y otros ríos en muchos lugares.