Entramos en una de esas semanas que no deja indiferente a nadie, que provoca sentimientos encontrados y extremos. Se trata de un periodo más o menos vacacional que resalta las pocas o muchas posibilidades económicas, sociales, laborales y familiares de cada uno y, para más inri, todo ello comprimido en un breve lapso de tiempo.

Veamos: si mañana alguien marcha a Tenerife, Estambul o tiene pensado hacer un tour por la Alemania romántica, no cabe duda que adorará los días que nos vienen. Lo mismo o parecido si baja a Sevilla o Toledo a ver procesiones porque le chiflan las procesiones o piensa descansar y gozarla en el pueblo, el monte o en el apartamento de la costa. A todos ellos les espera una de esas épocas que se disfruta con gusto.

Luego está el resto, el gran resto. Aquellos que trabajan y como mucho logran juntar día y medio de fiesta, quienes no pueden hacer planes de escapada por mil motivos y los que odian ver imágenes de santos procesionando por la extensa Andalucía o a lo largo de la Dormitalería de Pamplona. Nos viene una semana con mucho carácter, que enamora y aburre a partes iguales, con su día festivo, día laboral, día festivo…, con sus mozorros y sus playas soleadas. Al menos, valga como consuelo, en nada volvemos a lo nuestro.